Lo artístico y lo comercial

Ayer trataba el tema de la dirección femenina en el cine español. Y hoy sigo erre que erre con el séptimo arte. He ido esta mañana a ver Sin reservas, el innecesario “remake” de la película alemana Deliciosa Marta, con Catherine Zeta-Jones y Aaron Eckhart.

Deliciosa Marta (Bella Martha, en el original alemán) es una película escrita y dirigida por Sandra Nettelbeck estrenada en 2001. Trata de una treintañera, chef de un prestigioso restaurante francés en Hamburgo, introvertida, maniática (“no soy pesada, soy precisa”) y bastante egoísta, que ha de hacerse cargo de su sobrina de 8 años tras la muerte de su hermana en accidente de tráfico. Por si fuera poco, la dueña del restaurante Lido contrata en su ausencia a un extravagante cocinero italiano, simpático, positivo y muy apasionado de la vida. La cinta fue nominada al Goya a la mejor película extranjera en 2002.

Para mí, es una obra de arte. El ritmo, los personajes (muy bien diseñados, desde la propia Marta y su contraparte italiano Mario, hasta el vecino Sam, la sobrina Lina, el psiquiatra, la propietaria del restaurante…), los diálogos, la fotografía, etc. Es una gran película sobre las emociones y el shock necesario para replantearse una vida fría y monótona.

Y, sin embargo, el cine estadounidense (por aquello de que allí no se doblan ni se subtitulan las películas) nos “ofrece” su propia versión, que es la que verán más del 90% de los espectadores. Se trata, prácticamente un calco de la versión anterior, con ciertas peculiaridades que la afean respecto al original. Según la productora Kerry Heysen, “era al mismo tiempo una película con estilo y muy tierna. Pensamos que al trasladarla a los Estados Unidos podríamos hacerla llegar a un público más amplio. El hacer que transcurriera en Nueva York —una ciudad con una relación tan intensa con la comida y los restaurantes— era la elección perfecta y sabía que añadiría su propio sabor a la película. No puedes pasear por una calle de Nueva York sin encontrarte con pequeños cafés de todo tipo y captar todo ese aroma y actividad”. “Era una historia de amor que celebraba el placer universal de preparar y compartir una comida excelente”, dice el productor Sergio Agüero. “Estaba muy entusiasmado por sus posibilidades en todo el mundo porque ambos temas tocan una fibra sensible familiar en todas las culturas”.


La alemana Martina Gedeck (una de las mejores actrices europeas, a la que también hemos disfrutado en La vida de los otros) y el italiano Sergio Castellito son auténticos artistas; la Zeta-Jones (señora de Michael Douglas) y el inexpresivo Eckhart (que ha aparecido en La dalia negra y Gracias por fumar) son meros sucedáneos. El “vecino”, el danés Ulrich Thomsen en el original, pierde todo peso en la nueva versión. La música (Via con me, de Paolo Conte) se utiliza igual en ambas cintas, con desigual fortuna; en Deliciosa Marta escuchamos temas de Keith Jarrett, David Darling y Arvo Pärt; en Sin Reservas la música queda a cargo de Phillip Glass y una serie de arias de ópera conocidísimas por el gran público (Nessun Dorma, el brindis de La Traviatta, Celeste Aida). Sólo la niña de 10 años Abigail Bresling (Pequeña Miss Sunshine, nominada al Óscar), que interpreta a Zoe, aguanta el tipo.

En fin, que ver ambas películas y comparar es un buen ejercicio para la reflexión y la educación del buen gusto. Como el 80% de los medios audiovisuales está dominado por los Estados Unidos, auténticas obras maestras se versionan y convierten en mediocridades de éxito comercial. Está claro que el buen gusto (para el cine, para la gastronomía) no lo posee todo el mundo. Cuando se les pide a los protagonistas de Sin Reservas que mencionen sus platos favoritos, Eckhart dice, “A mi me encantan los burritos”, y Zeta-Jones responde: “Para mí, ‘fish and chips’ (pescado y patatas fritas), ‘fish and chips’ cualquier día”. En www.lahiguera.net, el 75% de los espectadores considera que Sin Reservas es genial o muy buena. Alucinante.