Recordando a Víctor

Hoy he tenido la inmensa fortuna de participar en Madrid en el Programa para el Instituto de Arquitectura que con el nombre El arte de convertir en empresa un estudio de arquitectura codirige espléndidamente Lorenzo Peribáñez. Lorenzo ha pasado más de 30 años en IBM, donde llegó a ser el HR Partner de las empresas no dedicadas a servicios (1.400 profesionales en España y 500 en Portugal), a implantar la gestión por competencias en EMEA (94.000 empleados) y a llevar la identificación y selección de recursos directivos y los programas de liderazgo. Lou Gerstner, el CEO que fue capaz de transformar al "Gigante Azul", reconoce en su obra que fue precisamente la identificación y potenciación del talento (especialmente el directivo) lo que posibilitó una revolución tan espectacular en IBM. Lorenzo se prejubiló, pero continúa al pie del cañón en lo que al desarrollo se refiere: es senior coach certificado por AECOP (Asociación Española de Coaching y Consultoría de Procesos) y dirige junto a Manuel Seijo (Presidente de AECOP) este magnífico programa para los responsables de estudios de arquitectura de toda España, que cuenta entre sus profesores, además de con Lorenzo y Manuel, con Santiago Álvarez de Mon (que dio la conferencia de apertura), Carlos Herreros de las Cuevas, Fermín Vázquez (el arquitecto de la Torre Agbar en Barcelona), Ignacio García Massó (experto en diseño organizativo), Gonzalo García Muñoz (especialista en gestión económica de estudios de arquitectura) o Mark Fenwick (el arquitecto de Torre Espacio en Madrid). Un servidor ha tenido el privilegio de liderar la jornada de cierre, sobre motivación y gestión del talento. En el programa, de 80 horas lectivas, han participado una veintena de brillantes arquitectos.
A la hora de comer, mientras compartíamos mesa en Casa Gades, me han llamado de Valencia para darme la triste noticia de que Víctor, el marido de Ofelia Santiago, había falecido de un fulminante ataque al corazón. Víctor era profesor de bellas artes en la Universidad de Valencia. Le conocí este verano, en el II Encuentro de Clase Creativa: Atracción, fidelización y desarrollo del talento en Santander, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Acompañaba a Ofelia en el curso que ella había elegido (aunque el tema le iba mucho también a él, porque preparaba sus cursos desde un enfoque plenamente creativo). Si Ofelia es un torrente, una continua explosión de energía, Víctor era el contrapunto perfecto: sosiego, dedicación, calma, amor en estado puro. Pasamos unos días inolvidables: ponencias del más alto nivel (en las que Víctor participó a tope) y cenas muy divertidas en una Cantabria muy lluviosa por aquellas fechas. Después volvimos a coincidir en Valencia, tras la apertura del Programa de Gestión por Competencias que dirige Roberto Luna, en la cena que compartimos Ofelia, Roberto, Víctor y yo tomando una "penúltima copa" en un lugar de moda. Precisamente esa noche pude charlar largo y tendido con un gran humanista, un docente vocacional y un ser humano por encima de todo bueno.
Tras llamar a su viuda, que se mantenía al otro lado del teléfono como podía, se me metió en la cabeza el tema de La lista de Schindler, la película de Spielberg con música de John Williams, que es una Oda a la tristeza. Apenas quedaba una hora para comer (estábamos todos juntos) y dedicar la tarde a la segunda parte del programa. The show must go on! Si la sesión matinal llevaba el ritmo de la Marcha Radetzky, la vespertina ha sido más Claro de Luna. En fin, según los arquitectos participantes en el programa, la cosa ha ido muy bien.
A eso de las siete de la tarde, he ido a recoger a mi hija Zoe, que comenzaba sus vacaciones de navidad. Hemos estado en el Palacio de Hielo (el centro comercial de la calle Silvano), en Imaginarium, la tienda que dirige nuestra amiga Marta, en el VIPS y tomando algo por allí. He llamado a Valencia, a otros amigos (Miguel, Carlos) y aprovecharé el próximo 28 para ir a la capital del Turia. La banda sonora de mi tarde seguia siendo La lista de Schindler, aunque la alegría de una niña de 6 años como Zoe anima mucho (es como si inconscientemente supiera que hoy debía asumir un papel especialmente divertido).
En fin. Asuntos como el de hoy hacen pensar en la provisionalidad de todo esto, en la importancia de saber vivir la vida y en el inmenso legado de la buena gente como Víctor, los/las que dan esperanza al género humano.