El victimismo y la chulería

Vuelta a la Península, tras esta semana de descanso.
Los aficionados al Real Madrid están que trinan con la segunda derrota a domicilio consecutiva, la cuarta en lo que va de 2008 (sobre 9 partidos jugados) y la tercera en tierras andaluzas. Se ve que el mismo equipo que es capaz de vencer al Barcelona, al Atlético de Madrid, al Valencia, al Sevilla, al Villareal, es incapaz de hacerlo al Recre, al Almería o al Betis, y no por méritos ajenos, sino por propia soberbia. La chulería madrileña, que en ocasiones deja de ser un tópico para convertirse en una triste realidad.

Cada organización, cada cultura, tiene sus tentaciones características. Si se abandona a ellas, pierde. La del F.C. Barcelona es el victimismo: la temporada pasada, con todo el viento a favor, tiró la liga con empates en casa (contra el Betis y el Espanyol) fruto de su sentimiento victimista. Es lo que en Liderazgo se denomina “efecto Wallenda”: crees que te caes… y te caes. Este año, al Madrid ya le han dado los medios de comunicación la liga cuando quedaba medio campeonato por jugar. Y pierde partidos tontos como ayer. Mete un gol en cinco minutos, se duerme en los laureles y en dos fallos defensivos le ganan el partido. Justo castigo a su arrogancia, a pensar que van a derrotar al adversario sólo con el nombre.

El psiquiatra y antropólogo Michael Maccoby, del que me he traído su último libro, The leaders we need… and what makes us follow (Los líderes que necesitamos… y lo que hace que les sigamos) define al líder como “alguien a quien la gente sigue”. Puro y simple. Analiza el carácter social como un tipo de macro personalidad, que describe las actitudes emocionales y los valores compartidos por las personas cuya personalidad se ha formado en una determinada cultura o clase social. El carácter social cambia por un proceso de selección social, similar a la selección natural de Darwin. Es la importancia del contexto.

Maccoby sigue a Freud en su concepto de transferencia, la ligazón emocional que une a los seguidores con el líder. En palabras del psiquiatra vienés, “no hay amor que no reproduzca los estereotipos infantiles”. Los líderes responden con contratransferencia (proyectan sus experiencias pasadas en sus seguidores). Los seguidores solían responder a la cultura burocrática; el contexto está cambiando hacia la interacción intraemprendedora: el trabajo ha de tener sentido en sí mismo, con resultados medibles, con confianza y una identidad clara.

Los tipos de personalidad, según Freud y Maccoby, son cuatro: erótico, obsesivo, narcisista y de marketing. El tipo erótico productivo es ayudador, cooperativo, idealista, comunicativo: apoya y ama a los demás. El tipo erótico improductivo es dependiente, cotilla e inestable en el amor. El obsesivo productivo es responsable, consciente, de altos estándares y fiable. El obsesivo improductivo es ultracontrolador, microgestor (carácter anal, para Freud). La personalidad narcisista es independiente, no se deja intimidar, agresiva. En su aspecto improductivo es arrogante, grandioso, paranoico en las amenazas, no escucha a los demás. Finalmente, el de marketing es camaleónico, con falta de fuerte superego.

El Liderazgo de un equipo de fútbol es triple: el presidente de la entidad, el entrenador del club, el capitán del equipo. Según la terminología freudiana (que recoge y aplica Michael Maccoby), el Real Madrid es narcisista y el Barça erótico. Cuando se vuelven improductivo, uno es soberbio y el otro victimista. Es curioso como, pasado el tiempo, el triple liderazgo (Calderón, Schuster y Raúl en un caso; Laporta, Rijkaard y Puyol en el otro) se manifiesta en cada club como corresponde a su carácter social.