Manatí Park

Hoy Zoe quería ir al Manatí Park, un parque de animales en Bávaro/Higüey. Hemos salido a las 8 de la mañana, después de desayunar. Nos ha recogido un gracioso autocar abierto (muy de safari) y hemos llegado una media hora después, tras pasar por un par de hoteles de Punta Cana donde hemos recogido a otros turistas (familias con hijos y parejitas de recién casados).

En la entrada del parque, Zoe se ha hecho una foto con un guacamayo y otra con una pequeña iguana (también había una serpiente amarilla enorme, pero de esa ha pasado).

Manatí Park es un recinto de 80.000 metros cuadrados y más de 150 especies distintas de animales. Hemos visto pelícanos, aves tropicales de todo tipo, iguanitas y grandes iguanas, tucanes varios, rapaces, cisnes y pavos reales, caimanes, monos, caballos, cabras, tortugas, flamencos… A eso de las diez y media hemos presenciado un show de tahínos (los habitantes de la isla dominicana antes de que llegaran Colón y los españoles), bastante flojito. A las once y cuarto, un espectáculo de leones marinos y delfines estupendo, muy original.

Mientras veíamos los delfines, hemos pedido una Pepsi Light además de unas patatas. Un empleado del parque nos ha traído la bebido ha limpiado delicadamente la lata, la ha abierto suavemente y ha colocado la pajita minuciosamente. Pura Clase Creativa. Me ha encantado la profesionalidad del trabajador de Manatí Park.

Uno piensa, con la inversión que supone un parque así (y la cantidad de personas que participan, desde los cuidadores y entrenadores de animales hasta los comerciales en los hoteles), cómo no se aprovechan mejor sus oportunidades. Lo que los visitantes desean (especialmente los más pequeños) es vivir una experiencia emocional. Ser formados (didáctica), informados (marketing) y entretenidos (espectáculo). La sociedad del espectáculo es también la del aprendizaje y la del conocimiento. Un parque como éste hace lo difícil (tener más de 150 especies diferentes), pero no “enriquece” lo suficiente el producto. Se limita a poner junto a las jaulas una breve síntesis (en castellano e inglés) del animal de que se trata y de su procedencia. Una lástima. Con un buen “storytelling”, los niños disfrutarían, aprenderían y sabrían más de todos estos animales (por no hablar de los tahínos como pueblo) y el parque sería más rentable.

Como no hay personalización ni enriquecimiento del producto, tampoco venden animales de peluche ni objetos similares. Se limitan a lo que hay en toda la zona: cuadros estilo haitiano, esculturas de madera o piedra, algunos colgantes, bebidas y helados… Esta claro que es un parque familiar, pero no hay merchandising especialmente pensado para los niños.

Y no será por la actitud de los empleados: sonrientes, encantadores, siempre dispuestos. Simplemente, podría gestionarse mucho mejor.

Si yo fuera el gerente del Manatí Park (o me pidiera asesoramiento) ayudaría a convertir este parque en un “océano azul” (según la expresión de los profesores del Insead Kim Chan y Renée Mauborgne), en algo memorable, y lo rediseñaría, en equipo, con premisas como éstas (pensadas a bote pronto):

1. Decidir qué cinco animales son los “protagonistas” del parque (por ejemplo, un delfín, una iguana, un guacamayo, un caimán y un flamenco). Difundir su nombre y sus costumbres. Hacer una historia alrededor de ellos. Crear peluches y otros productos que se puedan comprar sobre ellos.

2. Distribuir los “cinco animales” y sus amigos en zonas estratégicas del parque, equidistantes en lo posible. Personalizar las zonas alrededor de ellos. Poner las zonas en valor: animales terrestres, acuáticos, aéreos, anfibios… Destacar peculiaridades (“¿sabías qué?”), que los niños puedan contar a sus amigos…

3. Informar y animar a los visitantes a que presencien los nueve espectáculos, indicándoles mejor qué hacer en cada momento del día. Convertir una visita media de 4 horas en una de 9 horas (y facilitar que puedan quedarse a comer, en un entorno divertido y de naturaleza).

4. Provocar más y mejor la interacción entre los turistas y el personal que trabaja allí. Que no esté sólo centrada en la venta, sino en la información, la formación y el entretenimiento.

5. Dar la posibilidad de volver en los días siguientes a un coste menor (la visita ya está amortizada, pero se pueden realizar más compras si hay productos), incluyendo la opción de bañarse con los delfines.

A las doce y cuarto hemos tomado el autocar de vuelta al hotel. Además de los 35 dólares que nos ha costado la entrada (el transporte a y desde el hotel es gratis), hemos comprado dos botellas de agua, dos Pepsi Light, una de patatas (Pringels) y tres fotos. Una miseria para lo que debería ser la compra media en un parque así. En Manatí hay nueve espectáculos diarios (guacamayos, loros, caballos…), pero Zoe ya prefería regresar y bañarse en la piscina antes del almuerzo.

El año que viene, nos bañaremos con los delfines (la edad mínima, al menos aquí, son ocho años). Este es un gran país, con unas posibilidades turísticas excepcionales más allá de sus propios recursos naturales y la excepcional actitud de sus gentes. Y que, como hemos visto en Manatí Park, le queda mucho por hacer.