¿Prescindir del Talento?

Hoy he estado alrededor de once horas realizando entrevistas a la dirección y la propiedad de una de las más importantes empresas familiares de nuestro país. Un ejemplo de emprendizaje, de compromiso, de austeridad, de bien hacer. He disfrutado de lo lindo, aprendiendo de profesionales que hacen muy bien las cosas y dan empleo a decenas de miles de familias.

En la contraportada de La Vanguardia, Lluis Amiguet entrevistaba a Jeffrey Pfeffer, profesor de la Universidad de Stanford: “Antes de despedir, dé una oportunidad a la solidaridad”. Creo que he leído prácticamente todos los libros del profesor Pfeffer (ha escrito una docena; entre ellos, The Knowing-Doing Gap, The Human Equation o What were they thinking?) y comparto muchas de sus ideas sobre el valor del talento.

En la citada entrevista, el profesor Pfeffer alaba el sentido meritocrático de Barack Obama (“nombro también a republicanos, porque algunos saben más que los demócratas”). Bien. Pero considera que “la mejor herramienta de gestión de crisis” es apelar a la solidaridad (bajarse el sueldo renunciando a horas extras, bonus y beneficios). Eso no es muy meritocrático. Creo humildemente que la mejor herramienta de gestión de crisis es un liderazgo de servicio con perspectiva, que analice y mida intangibles de gestión, desde la cultura corporativa y el clima laboral a la satisfacción de los clientes, que mejore la calidad directiva a todos los niveles. Y si toca hacer un ERE (que siempre es un drama), hágase bien.

Lluis Amiguet le dice a Pfeffer en la entrevista que “el talento no se puede cuantificar”, a lo que él responde “las cifras miden el fichaje de supuestos talentos –más fácil y menos rentable-, pero no la capacidad de crearlo en la empresa”. ¿Cómo que el talento no se puede cuantificar? ¿Qué es entonces la productividad, sino la producción por empleado (o por hora trabajada)? El talento –individual y colectivo- siempre se cuantifica. Cosa distinta es que muchos directivos no quieran verlo.

Estoy de acuerdo con Pffefer que “el gestor incapaz trata de provocar miedo para mandar con él: miedo al despido, a decir lo que piensas, a que te posterguen… Así destruye el compromiso, la ilusión colectiva y el talento que crean valor”. Qué gran verdad. Pero no lo es tanto que “los números de una empresa a veces ocultan más de lo que dicen: no miden factores decisivos a largo plazo como la formación, el compromiso colectivo o el talento latente: ¿cómo se mide en las cuentas de la empresa la implicación y la capacidad de formarse de los empleados?” Los mejores directivos no se guían sólo por el balance, la cuenta de resultados y el estado de origen y aplicación de fondos, sino por un Cuadro de Mando Integral con indicadores en la perspectiva financiera (facturación, beneficios, margen, cash flow, ebidta), de clientes/mercado (cuota, satisfacción del cliente, lealtad), de procesos (innovación, eficiencia) y de personas (cultura, clima, compensación, competencias). Los números de la empresa incluyen todo, no sólo lo más convencional. Si no, no podemos medir el coste de oportunidad y la supervivencia.
Bienvenido el Talento. Especialmente en tiempos difíciles.