Traidores

Mañanita de cine en un día más bien desapacible (ayer en Madrid las temperaturas bajaron de los 22 a los 17 a los 7 a los 2 grados, y esta mañana apenas alcanzaban los 8). Como no ha habido grandes estrenos cinematográficos tras las pelis de los Óscar, he ido a ver Traidor, básicamente porque está protagonizada por Don Chaedley (el actor de color que ha trabajado en la trilogía de Ocean’s eleven, en Hotel Ruanda, en Traffic, en Operación Swordfish, en Crash o en el reciente Hotel para perros). Me ha parecido un thriller muy honesto, con un guión interesante de Jeffrey Nachmanoff, también director de la película. Un par de horas entretenido, con algo de reflexión (el guión incluye datos curiosos, como que “de los 2.000 millones de personas en el planeta que son musulmanes, sólo el 20% son árabes” o las palabras del imán terrorista en la película: “el terrorismo es teatro; necesita un gran público; nuestra audiencia es el pueblo de EEUU, un pueblo muy disperso”).

Traición. Es el gran tema de las obras de William Shakespeare y el de muchas de las historias actuales, como la que he visto esta mañana. El diccionario define “traición” (que proviene del latín traditîo, traditionis: tradición) como “falta que se comete quebrando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. En esta crisis de confianza (o, como diría Einstein, “crisis de incompetencia”), los traidores son regla más que excepción.

Precisamente, la periodista Laura de Cubas se refiere a esto en las páginas de Infoempleo: “El año en que perdimos la confianza”: “Económica, laboral, de consumo… Hay para todos los (dis)gustos. Sin embargo, si hay un apellido que comparten estas crisis, ese es el de la pérdida de confianza. Toda una paradoja. Porque resulta curioso que, en este mundo virtual, al que confiamos gran parte de nuestra realidad, hayamos perdido la fe en todo lo que no tenemos capacidad de ver. Sin embargo, así es y, sin ella –pero con la de los medios de comunicación y la opinión pública-, avanzamos en una espiral de incertidumbre que cada día nos aleja de cualquier posible salida”. Laura incluye en su artículo opiniones de José María Gasalla (cuyo último libro, Confianza, he comentado en este blog), de la psicóloga Elisa Sánchez y de un servidor. Considero que la incertidumbre es positiva (requiere replantear nuestros modelos mentales) pero también que la confianza es el mayor activo social, y en estos momentos escasea como nunca, y no sólo por traidores sinvergüenzas como Maddoff, Stanford y muchos ejecutivos y políticos que han abusado de la confianza social, sino por todos aquellos profesionales que en esta crisis están perdiendo el norte y dejando de hacer lo importante, porque son traidores involuntarios (a la confianza).

Por ejemplo, el tema de Bolonia. De él se hace eco el Cinco Días del fin de semana en las páginas de Empleo y Directivos. Kirru Artea, Rosa Coronilla, Rosario Correro y Paz Álvarez analizan la situación sobre la reforma universitaria europea y nos dejan perplejos. De una parte, oponerse a Bolonia es “lo mismo que estar contra el euro”: “Hace un año oí decir a un profesor universitario que ni sabía lo que era Bolonia, ni le importaba, y ahora he visto que es uno de los firmantes del manifiesto contra su implantación”. De otra, entrevistan a dos rectores (de la Pompeu Fabra y la Politécnica de Madrid) que vienen a decir que “no hay problema”: la universidad pública no peligra en absoluto. Personalmente, creo que como las universidades (públicas o privadas) no presten a la sociedad el servicio que merecen, no va a haber quien las pague.

Traición o Confianza. En el suplemento de Negocios de El País, tres Premios Nóbel de Economía, tres, escriben sobre la crisis. Paul Krugman (PN 2008), en La venganza del exceso, nos aclara que “una forma de ver la actual situación internacional es pensar que estamos padeciendo una paradoja del ahorro a escala mundial: por todo el mundo, las cantidades que se quieren ahorrar superan a las que las empresas están dispuestas a invertir. Y la consecuencia es una depresión mundial que deja a todo el mundo peor de lo que estaba. Así es como nos han metido en este lío, del que seguimos buscando el modo de salir.” Paul Samuelson (PN 1970) se pregunta si ¿Podría EEUU sufrir ‘décadas perdidas como las de Japón? Para él, depende de la confianza: “cuando los ciudadanos se asustan demasiado y dejan de gastar, su cambio al ahorro imposibilita el aumento de la inversión. Mi generación de macroeconomistas lo denominaba “la paradoja del ahorro”. Los que hoy enseñan en las principales universidades estadounidenses se dejaron lavar el cerebro por eruditos libertarios como Milton Friedman y Friedrich Hayek y han olvidado estas realidades.” Joseph Stigliz (PN 2001) trata de La manera de no recuperarse: “La confianza es importante, pero debe comentarse en unos cimientos sólidos. Las medidas no deben basarse en la ficción de que se han hecho buenos préstamos, y que la sagacidad empresarial de los directivos y reguladores de los mercados financieros quedará confirmada una vez que se restaure la confianza”. Efectivamente, “no confundamos salvar a los banqueros y a los accionistas con salvar a los bancos”, porque “socializar las pérdidas y privatizar los beneficios es peor que nacionalizar”.

También en esta publicación, dos expertos que me merecen confianza. El profesor Emilio Ontiveros, que escribe sobre Estímulos y arquitecturas. Se refiere a la próxima reunión del G-20 en Londres, a la necesidad de llegar a acuerdos globales y de frenar el desplome y el bienestar de los ciudadanos. Carmen Alcaide, ex Presidenta del Instituto Nacional de Estadística, escribe sobre La apertura del comercio minorista, tal como le exige a España la UE. Se necesita reducir cargas administrativas, simplificar trámites y potenciar los derechos de los ciudadanos.

En las páginas de mercados de El Mundo, María Vega se refiere a Los motores del nuevo capitalismo: energía, tecnología, telecos, infraestructuras… De las 11 mayores empresas del IBEX, 6 son energéticas, la mayor es Telefónica y la 11ª, Abertis. Y artículos de los primeros ejecutivos de Iberdrol (Ignacio Sánchez Galán) y Microsoft Ibérica (María Garaña).

Afortunadamente, también hay buenos ejemplos. En la revista semanal de El País, Rocío Ayuso analiza la figura del actor australiano Hugh Jackman, que ha hecho Shakespeare en su país, lo ha bordado en la ceremonia de los Óscar e insiste con el personaje de Lobezno en X-Men. Su padre, contable, le inculcó la pasión.

En Infoempleo, además de advertirnos de que “soplan vientos de proteccionismo” (una traición a la economía global), se presenta el Merco 2009 de la Reputación Corporativa (9 de las 13 entidades financieras pierden posiciones) y un especial de Liderazgo empresarial, con las mejores empresas para trabajar. Las claves: igualdad de género, horario flexible, evaluación 360º, retribución por resultados, teletrabajo, etc.

Cuidado con traicionar la confianza. Sé que buena parte de la prensa escrita está en pérdidas y despidiendo profesionales, pero si la calidad baja considerablemente, los lectores actuarán en consecuencia. Como ejemplos de hoy mismo, en la portada de El Mundo, un transexual de Jaén embarazado de gemelos. En la contraportada de El País, una entrevista a la cantante extremeña Soraya, representante en el festival de Eurovisión con el titular: “Igual decido cantar sin ropa interior”. O, en La Razón, el mismo artículo (una entrevista al artista James Turrell, participante en la II Bienal de Canarias) en dos páginas (95 y 97).

Y finalmente, en la portada de The Economist, la foto de un Obama pensativo y la frase: “Learning the hard way” (Aprendiendo de la manera difícil). En su editorial, la revista se refiere a la crítica que en su día le hiciera la candidata Clinton: “No es el momento de hacer training on the job” (formación en el puesto de trabajo), pues Barack Obama no tenía ninguna experiencia de dirección. Y un consejo: “Lead, dammit” (Lidera, maldita sea). En páginas interiores, recoge las críticas de Warren Buffet (el mayor inversor del mundo) hacia el presidente de EEUU, que según él no está centrado en lo importante. Y que sea un “obamateur”, con vacantes en la administración. Pero deja un motivo para la esperanza: “Al menos en la última semana ha habido signos, cuando reveló su plan de rescate bancario, que está empezando a hacer lo que dijo tantas veces que haría durante su campaña: justificar la enorme fe que se ha puesto en él”. Fe, confianza, que no puede ser traicionada.