Vagos, vacaciones, ferragosto


Estupenda columna (una vez más) de la periodista Ángeles Caballero en El Economista de hoy. El título, Nos vemos en dos años, eterno vago y endeudado. No me resisto a reproducirla: “Desde que este país empezó a enfermar de crisis –hace un rato, hace siglos-, me dedico a desvariar con mi mejor amigo sobre los motivos de este mal. Y ambos creemos que empezamos a enfermar cuando éramos los más guapos, los más chulos que un ocho, los más nuevos ricos de Europa. O al menos eso creímos.
Empezamos a tener fiebre cuando consideramos que dejarle a los hijos como herencia un par de pisos era lo mejor que podíamos hacer por ellos, en vez de una buena formación e ingentes cantidades de civismo. Y hoy los vemos, a ellos y a nosotros, hipotecados hasta las cejas, si no embargados por culpa del desempleo.
Empezamos a sufrir amigdalitis aguda cuando pensamos que comprarnos un coche mucho más caro y grande que el del vecino era la mejor manera de restregarle lo bien que nos va. Cuando hizo falta desnudar una de las paredes de nuestro salón para que quepa la tele de plasma que nos compramos. Cuando Torrevieja no era suficiente y había que marcharse al Caribe de vacaciones, cuando llevar a los niños al parque no bastaba, porque Eurodisney estaba ahí, a la vuelta de la esquina, y ¡cómo decirles que no, que igual tienen un trauma!
A mi amigo y a mí nos gusta ser demagogos y generalizar en cuanto se presenta la ocasión. Y vemos que hay gente que opina como nosotros. Como Xavier Sala i Martí, cuando dice que España nunca volverá a ser la de 2006 y que quien de verdad va a sentir la crisis es el 20 por ciento de parados que tenemos.
Y entonces me viene a la memoria cuando algún conocido se ha burlado de mí diciéndome: “Tanta carrera y tanto máster para acabar mileurista, mientras que mi hijo, que está vendiendo coches y no pisó la facultad se levanta unos 3.000 euros al mes”. Y pienso en algunos desempleados de hoy, que no piensan ni hacer el amago de buscar empleo hasta dentro de un tiempo, cuando “todo vuelva a estar bien”. Y yo, que soy más demagoga que mi amigo, pienso: “Nos vemos en dos años, la mileurista y el eterno endeudado”. ¿O mejor te llamo eterno vago?”.

Ángeles Caballero pone el dedo en la llaga (en varias llagas) de esta “crisis de codicia”, versión nacional. El nuestro es un país “tibetanizado” (me encanta este concepto de D. José Ortega y Gasset) durante cuatro siglos. El “milagro español” es fruto de la apertura a la Comunidad Europea. Pero siguen latentes viejos desequilibrios: la propiedad inmobiliaria como pilar de la inmovilidad, el escaso aprecio a la educación (somos los 1º en fracaso escolar), la mínima diferencia salarial entre licenciados universitarios y personas sin estudios (también en esto somos los líderes), la autocomplacencia y el consumo desmesurado (coches, teles de plasma… en esto no somos distintos del resto de Occidente). El triste dato, más allá de los cuatro millones de desempleados, es que más del 80% no está estudiando para mejorar. Cada día que pasa, en un mundo en cambio, son menos empleables. Si perdemos “clase creativa”, nuestro futuro va a ser muy difícil como país.

Por la tarde, he tenido una reunión con Alberto Espada, el fotógrafo de la identidad (sus fotos de Sardá, de S.M. La Reina, de Morgan Freeman o del President Montilla son impresionantes). En esta "era conceptual", la imagen vale mucho más que mil palabras. Alberto Espada va a convertirse -auguro- en el nuevo Alberto Schommer, en el Annie Lebovitz de los empresarios y directivos españoles. Su propuesta visual (entrar en la psicología del retratado, a la manera de Velázquez o Goya en nuestra pintura) marca la diferencia. Después me he ido a ver Vacaciones de ferragosto, cinta que me había recomendado un amigo apasionado del cine. Es una película italiana, breve (75 minutos), más entrañable que divertida, sobre un romano que cuida a su madre en agosto y, sin comerlo ni beberlo, le encasquetan a tres señoras más de avanzada edad. Una película de bajo presupuesto, con media docena de actores (todos mayores) en la que observamos que las relaciones humanas (formar comunidad) es mucho más importante que cualquier otra cosa. O al menos eso creemos los latinos.

Sí, como dice Ángeles, nos vemos en dos años, tras la crisis. Y pocos habrán/habremos aprendido la lección. La mayoría seguirá prefiriendo dejar un piso a sus hijos que una buena educación y competirá con sus vecinos en el coche o la tele más caros. Confío en que algunos, aunque sea unos pocos, habrán aprendido lo importante que es la educación (garante de libertad y seguridad personal) y formar comunidad con nuestros semejantes. Es la esperanza que debe animarnos. Al resto, ¡Qué le vamos a hacer!