Crédito, Equipo, Mosqueteros

Si ayer tuve la fortuna de ver amanecer desde la bahía de Palma de Mallorca, hoy lo he disfrutado divisando la ría de Vigo. Una mañana de niebla y lluvia que ha ido dando paso al sol. Estamos en Xacobeo, y Galicia es el lugar.

Anoche llegué a tiempo para sufrir la segunda parte del Real Madrid contra el Olimpique de Lyon. Por tercera vez, los franceses le han mojado la oreja en su estadio al conjunto blanco. Se ve que nos puede la euforia. El Madrid gana al Xerez (colista de la liga) y se aprovecha de la victoria de su rival capitalino contra el Barça y ya nos creemos que hemos ganado la Champions. El trabajo esforzado de un conjunto con menor talento individual, pero mucho mayor talento de equipo (puesto que crea sinergias, cosa que no ocurre con los nuevos galácticos), genera estas cosas. Veremos en el partido de vuelta.

En cualquier caso, tras una inversión de cientos de millones de euros, un equipo que parecía destinado a ganar la décima Champions juega de forma ramplona y merece poco crédito. ¿De quién es la responsabilidad? En mi humilde opinión, tanto el éxito como el error (esperemos que el 10 de marzo no se convierta en fracaso) son sistémicos. Sí, dependen de un entrenador que improvisa, se “inventa” una alineación sobre la marcha y no parece aprovechar el talento de que dispone, pero también de la cultura corporativa (el modo en que se hacen las cosas en la organización), del clima laboral (satisfacción, rendimiento, desarrollo), del grado de cooperación (lo que llamamos “juego vertical” es una vistosa manera de que cada uno se busque la vida y falte el juego colectivo) y de que les compense o no jugar colectivamente.

Cuando pensamos en gestión del talento, solemos centrarnos en la atracción, fidelización y desarrollo del talento individual (condición necesaria) y no tanto en cómo obtener sinergias (la suma positiva) a través del talento colectivo (cultura, clima, cooperación, compensación). Esos componentes sistémicos no se logran de la noche a la mañana, pero es lo que realmente marca la diferencia. Del individualismo a ultranza, tan propio de nuestra sociedad, al “espíritu de los mosqueteros” (todos para uno, uno para todos).

Y hablando de crédito, Luis Pousa escribe en su columna Celtas sin filtro sobre el Crédito, que es poco y caro:
“La sospecha era cierta. Una encuesta del Banco Central Europeo, en la que han participado 5.320 pequeñas y medianas empresas, señala que las españolas lo han tenido mucho más difícil para acceder al crédito que las francesas, las alemanas, las italianas, etc. Las peticiones de crédito de las pymes españolas rechazadas por los bancos y cajas ha sido de un 20 por ciento en el primer semestre de 2009 y de un 25 por ciento en el segundo semestre. Pero, además, en el caso español, según los datos referidos a la segunda mitad del año pasado, sólo el 44 % consiguió el dinero solicitado (un porcentaje que contrasta con el de Francia, 80 %, y que está 12 puntos porcentuales por debajo de la media para la zona euro, 56 por ciento), pues el 28 % recibió menos de lo pedido.
El sondeo revela también que para la mayoría de los empresarios españoles las condiciones de financiación han empeorado mucho (tipos de interés más altos, pese a que el Euribor está en mínimos históricos, aumento de los gastos de tramitación y de las garantías exigidas, reducción de los plazos de amortización y una menor disponibilidad).
Por tanto, la versión de la banca española de que el problema no es tanto de abrir más el grifo del crédito como de que la demanda por parte de las pymes es escasa, es muy sesgada. Sobre todo si se oculta el dato de que entre este año y el 2012, el sector financiero español tendrá que devolver 410.000 millones de euros. Una cuantiosa deuda con la que fue inflada la burbuja inmobiliaria y costeado el frenesí importador de esos años.
El caso es que las dificultades que encuentran las pymes para acceder al crédito son reales, no inventadas, y esa falta de crédito -singularmente de circulante- provoca descenso de la ocupación y aumento del paro. Aunque no es una novedad, hay que insistir en que muchas pequeñas y medianas empresas han cerrado sus puertas por falta de crédito. Esa es una de las conclusiones.
Sin crédito y sin demanda privada, la economía de mercado no funciona, recordaba el otro día el gallego Antón Costas Comeñasa, catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona. En ese sentido, su propuesta de que, en las circunstancias actuales, reactivar la economía española pasa por sanear el sistema bancario, recuperar la demanda interna y aumentar las exportaciones parece bastante atinada.
Asimismo, la advertencia que hizo hace una semana Financial Times -en línea con la recomendación del FMI de mantener las medidas de estímulo-, a propósito del plan de ajuste que impulsa el Gobierno español, es igualmente oportuna, pues los recortes no han de poner en riesgo los objetivos de crecimiento a medio plazo.
Quizá, además de reducir el déficit público hasta unos límites soportables, las autoridades españolas tengan que prestar mucha atención a la deuda privada. Porque mientras el sistema financiero español no acabe de absorber la montaña de hipotecas impagadas que gravita sobre su tesorería, el grifo del crédito continuará semicerrado y las condiciones de acceso a él no mejorarán. Entonces, es posible que lleven razón quienes defienden la necesidad de poner en marcha un plan de absorción modulada de los impagados inmobiliarios, condicionado a un descenso de los precios de la vivienda y a la reactivación del crédito a las empresas.”

Resulta que las pymes españolas son las que menos crédito reciben de las grandes economías de la OCDE. Sin financiación, es difícil que sobrevivan. En una economía como la nuestra, entidades financieras, sector privado y administración pública deberían hacer equipo. Pero no parece que así ocurra.