Gardner y el Contexto

Este domingo hemos ido a ver “Midnight in Paris”, la última de Woody Allen. No me gustó nada “Vicky Cristina Barcelona” y aún menos “Conocerás al hombre de tus sueños”, pero decidí darle a este excéntrico neoyorkino una (última) oportunidad. Esta “Medianoche en París” es una reflexión sobre el París de los años 20 (con Scott Fitzgerald y su esposa, Hemingway, Pablo Picasso, Gertrude Stein, Dalí, Buñuel, Man Ray, Belmonte, Cole Porter, Modigliani, T. S. Elliott…). Un momento cumbre de la creatividad en Occidente.

La cinta es menor (Owen Wilson, que se supone que lleva el peso de la película, es un popular comediante que no sabe actuar; Kathy Bates, Adrien Brody o Carla Bruni en realidad hacen cameos; los personajes de la chica del protagonista, sus padres y el pedante al que ella idolatra carecen de profundidad; sólo Marion Cottillard hace un papel a la altura) pero me ha hecho pensar sobre el poder del contexto. Howard Gardner, el profesor estrella de educación en Harvard y nuevo Premio Príncipe de Asturias de Ciencias, nos ha enseñado que las inteligencias son múltiples (hasta ocho: intrapersonal e interpersonal, lógico-matemática y lingüística, visoespacial, cinestésica y musical, naturalista). En su libro “Mentes creativas” explica las distintas inteligencias con las vidas de personas que bien pudieron coincidir en París o en Ginebra tras la I Guerra Mundial: Freud, Gandhi, Einstein, T. S. Elliot, Picasso, Martha Graham y Stravinsky, que personifican cada una de ellas, respectivamente (la naturalista, que simbolizan Cousteau o Félix Rodríguez de la Fuente, fue “descubierta” algo después). Gardner se centra en la vida y obra de cada uno de estos titanes, en lo que se diferencian. Viendo la última película de Allen, también podemos darnos cuenta de lo que les une: la valentía (ese puente entre lo que se dice y lo que se hace), una importante seguridad en uno mismo, el poder de la vocación, el disfrute con lo que hacen (fluidez) y un especial sentido de identidad. Crearon, compartieron y se desarrollaron en un contexto creativo, como peces en el agua. El talento individual no habría sido posible sin el talento colectivo.

De la prensa de hoy, me ha gustado la entrevista a Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura (en realidad, he leído dos en distintos periódicos), las cinco razones que esgrime José Ignacio Torreblanca sobre por qué Europa está tan mal como está y “el córner inglés” de mi admirado John Carlin, titulado “El teatro del tiburón”, que es el siguiente:

“Álex Ferguson, el entrenador del Manchester United, tiene la complejidad de un tiburón, un ser genéticamente programado para oler sangre y matar que, si deja de moverse, se muere. El escocés tiene 69 años y lleva casi 25 al frente del United, época en la que ha ganado 12 títulos de Liga, el último ayer, y dos Copas de Europa.

A diferencia de Pep Guardiola, un jovencillo de 40 años a cuyo Barcelona se enfrenta en un par de semanas en otra gran final europea, Ferguson no da la más mínima señal de agotamiento físico o moral. Guardiola, más reconociblemente humano, lleva apenas tres años como entrenador del club catalán en el que se crió, pero ya habla de rendirse, de buscar un plan de vida que le dé menos posibilidades de sucumbir a un ataque de nervios.

Ferguson convive con la presión como el tiburón en el agua salada. Y se nutre de todo lo que huele a fragilidad en su rival. Su dilema es que, dentro del campo, en el Barcelona no hay flancos débiles. Guardiola será un individuo vulnerable y complicado, pero ha construido un equipo a prueba de balas, con la persistencia ofensiva de las olas del mar.

Pero debilidades fuera del campo el Barcelona sí tiene, específicamente en el terreno de la propaganda, en el que hoy se encuentra duramente acosado. Ferguson lo sabe y no desdeñará la oportunidad que le ha caído del cielo o, más bien, del Madrid de montar una campaña verbal destinada a ensuciar la imagen beatífica que se ha labrado el Barça con el fin de minar la moral de Guardiola y sus jugadores.

De lo que se jactan en Barcelona, y con razón, es de haber creado un equipo capaz de ganar algo incluso más difícil que una Copa de Europa: la admiración del mundo. Pero en Inglaterra, cuya influencia mediática en los procesos mentales de los futboleros del planeta es inmensa (y más ahora que la final de la Champions se disputará en Wembley), se ha empezado a dudar del Barça a partir de lo ocurrido durante la sangrienta serie de partidos que acaba de disputar con el Madrid. Hay dos pecados capitales en el fútbol inglés: el teatrismo y el racismo. Y la idea que ha calado es que el Barça es culpable de ambos.

Todo se habría quedado en un par de anécdotas si no hubiera sido por la jugada más brillante que hizo el Madrid durante la guerra de los 18 días, elaborada no en la mente del entrenador o en los pies de los jugadores, sino en los despachos del Bernabéu. Cuando los directivos del Barça decidieron entrar en juego con su denuncia a José Mourinho, el entrenador del Madrid, ante la UEFA, los del Madrid respondieron con un contraataque mortal. Lanzaron otra denuncia en la que acusaron a los jugadores del Barcelona -específicamente, a Busquets, Alves y Pedro- de simular lesiones con el fin de influir de manera canalla en las decisiones arbitrales. Y no carecieron de razón. Busquets tiene por delante la posibilidad de una carrera brillante en Hollywood, pero ¿por qué, por qué, se ve obligado a empezar el casting antes de finalizar su carrera como futbolista?

En cuanto al cargo de racismo contra el mismo Busquets, cuyo origen fueron unas imágenes de vídeo hechas públicas por el Madrid, ahí se ha operado con descarado cinismo. Quizá sean la UEFA y el propio Madrid, en realidad, los que estén pecando de racismo al suponer que Busquets llamó "mono" al defensa madridista Marcelo debido al color de su piel. Le podría haber dicho lo mismo a Ramos, al que probablemente tiró peores insultos, o se lo podría decir en Wembley a Rooney sin provocar el más mínimo alboroto.

Pero da lo mismo. La propaganda se alimenta igual de la verdad que de la mentira. El hecho de que el héroe del año en el Barcelona (y estimado compañero, se supone, de Busquets) sea Abidal, un francés de pura sangre africana, no detendrá el tren. Y Ferguson se montará en él. Lo del teatrismo, en particular, es una bala que no desaprovechará. Porque, cuando el infatigable escocés huele sangre, no hay fuerza en la tierra o en el mar que lo detenga.”

Brillante, profundo, poderoso, shakespeariano el artículo de Carlin. Tras las celebraciones, Pep Guardiola dispone de dos semanas para preparar bien la final de la Champions. La final más difícil de su carrera, hasta el momento. ¿Será capaz de crear un contexto creativo que supere al United? Esperemos que sí. Evidentemente, un servidor va con Guardiola y no con el viejo zorro de Fergusson. Esto se decide el 28.

Mis agradecimientos de hoy a Miguel Ángel (mañana es su cumpleaños), Ana y Emma, a Howard G. y Woody A., a John y José Ignacio. Me han hecho pasar un estupendo día.