Por qué fracasan las naciones... y las empresas


He estado leyendo Why nations fail (Por qué fracasan las naciones), que se presenta como uno de los libros de la temporada. Escrito por los economistas Daron Acemoglu (MIT) y James A. Robinson (Harvard), cuenta con los avales de los premios Nobel Kenneth Arrow, Gary Becker, Peter Diamond, Michael Spence y Robert Solow y de los historiadores Niall Ferguson y Steven Pincus, entre otros.
Se subtitula Los orígenes del Poder, la Prosperidad y la Pobreza. Tras 15 años de investigación, la tesis es que los países ricos lo son porque cuentan con instituciones inclusivas (que defienden el bien común) y los pobres, porque tienen instituciones excluyentes (élites que se benefician a sí mismas). El primer ejemplo del libro, Nogales, en la frontera mexico-estadunidense. Nogales, Arizona, en el condado de Santa Cruz, tiene una renta media de 30.000 $ anuales y sin grandes problemas de seguridad. Al otro lado, Nogales, Sonora, con unos ingresos familiares de la tercera parte y muchos mayores problemas de corrupción. Los dos “Nogales” estuvieron juntos hasta 1853; ahora forman parte de naciones diferentes. “¿Por qué las instituciones de EE UU conducen mejor al éxito económico que las de México y el resto de América Latina?”, se preguntan los autores.
Y después se centran en la fundación de Buenos Aires, en las encomiendas de los conquistadores españoles en América y en la diferencia entre la Constitución de Estados Unidos y la mexicana. Incluso se permiten distinguir entre las fortunas de Bill Gates (que ha visto cómo el Departamento de Justicia de EEUU le ha perseguido por prácticas monopolísiticas) y Carlos Slim, “que no ha hecho su dinero a través de la innovación”. Pues bueno: que viva la libre empresa al estilo USA. “En la medida en que las instituciones favorecen el comportamiento y los incentivos en la vida real, forjan el éxito o el fracaso de las naciones. El talento individual importa a cualquier nivel de la sociedad, pero necesita de un marco institucional para que se transforme en una fuerza positiva”.
Teorías que no funcionan, siempre según los autores: la hipótesis geográfica (el clima, el territorio), la cultural, la de la ignorancia… “Para explicar la desigualdad mundial todavía se necesita la economía para entender cómo diferentes políticas y acuerdos sociales afectan a los incentivos y al comportamiento económicos. Pero también necesitamos a la política”.
Más ejemplos: la diferencia entre las dos Coreas, divididas por el paralelo 38. “Corea del Sur tiene los estándares de vida de España y Portugal. Al norte, la República Popular de Corea tiene los estándares de un país subsahariano, la décima parte de los de Corea del Sur”. “Las instituciones económicas inclusivas impulsan la actividad económica, el crecimiento de la productividad y la prosperidad”. Las instituciones pavimentan el camino de las otras dos máquinas de la prosperidad: la tecnología y la educación.
¿Por qué no elegir la prosperidad? Porque algunas élites prefieren sus beneficios personales. Acemoglu y Robinson nos hablan de la revolución industrial, de la Armada Invencible, de las ciudades-estado mayas, de la Unión Soviética, de la república de Venecia, del Imperio Romano y su decadencia, de Etiopía, de la Carta Magna y la Revolución Gloriosa, de Indonesia, del sur esclavista de EE UU, de Sierra Leona, Zimbabwue, Somalia, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, de Guatemala, de la Revolución francesa, del corralito argentino, de Uzbekistán y el algodón, de Egipto, de China durante Mao y tras Mao… Agotadora tanta descripción.
“Con escasas excepciones, los países ricos de hoy son los que se embarcaron  en el proceso de industrialización y cambio tecnológico en el siglo XIX y los pobres, los que no”. Unos, con círculos virtuosos (instituciones que refuerzan la confianza); otros, con círculos viciosos (instituciones extractivas que se aprovechan de la situación).
“Las naciones fracasan económicamente por sus instituciones extractivas. Estas instituciones mantienen en la pobreza a sus países e impiden que se embarquen en el crecimiento económico. Es cierto en África, en países como Zimbabwe y Sierra Leona; en Sudamérica, en Colombia y Argentina; en Asia, en Corea del Norte y Uzbekistán; en Oriente Medio, en Egipto”. “Botswana, China y el sur de EE UU, como la Revolución Gloriosa de Inglaterra, la Restauración francesa y la Restauración Meiji en Japón, son vívidas ilustraciones de que la historia no es el destino. A pesar del círculo vicioso, las instituciones extractivas pueden ser reemplazadas por las inclusivas. Una confluencia de factores, en particular la unión de una amplia coalición de quienes empujan las reformas suele ser necesario para que una nación tenga instituciones inclusivas. Además, hace falta un poco de suerte, porque la historia suele mostrarse de una forma contingente”.
Comparto la tesis, y sobre todo la veo en el mundo de la empresa. Es similar a la de Jim Collins en su libro Empresas que caen y por qué otras sobreviven (uno de los mejores textos de empresa de 2011) y a la de David Maister en Predica con el ejemplo (Practice what you preach): las empresas que triunfan lo hacen porque quienes las dirigen sirven a los intereses colectivos y no a los suyos propios.
Las "instituciones inclusivas" de una empresa son los perfiles de talento a utilizar desde la selección hasta la desvinculación, pasando por la gestión del desempeño, la comunicación, la promoción, la retribución (fija y variable) o la dirección por objetivos.  
La clave es la meritocracia frente al nepotismo, el sentido frente a la arbitrariedad, la equidad frente a la desigualdad salvaje… Las empresas sobreviven porque son sistemas abiertos que aprenden rápido e incorporan el talento que quieren y necesitan; y fracasan, desaparecen, cuando se dejan llevar por la soberbia (soberbia es, por ejemplo, promueven no en función de un perfil de talento claro, difundido y entendido sino de su “olfato”, o cuando dedican a la formación y al desarrollo del liderazgo menos que sus rivales).
Atención al blog de Acemoglu y Robinson, whynationsfail.com Es muy potente.
Mi agradecimiento a quienes impulsáis las instituciones inclusivas (la meritocracia) en vuestras organizaciones y en vuestros países. La desigualdad, la corrupción, el engaño, la soberbia significan el fracaso.