Viendo anoche “La Voz”, el
programa estrella de Telecinco para esta temporada, me enteré de que David
Bisbal, Melendi, Rosario Flores y Malú (cantantes a los que admiro mucho) son “coaches”.
La buena noticia: el coaching está más de moda que nunca; la no tan buena:
basta con que se diga en la tele para que te conviertas en coach…
Admiro mucho a Daniel Goleman
en lo profesional (le considero uno de los mayores divulgadores de nuestro
tiempo) y le quiero en lo personal. Tengo la fortuna de conocerle personalmente
desde hace 15 años y es la demostración palpable de lo que es una buena
persona.
Estando un servidor en
HayGroup, a mediados de los 90, Goleman vino a España a presentar su libro Inteligencia Emocional. Le recogí junto
con Isabel, en ese momento la responsable de la Obra Social de Caixa Galicia,
en el aeropuerto de La Coruña (con nosotros probó por primera vez el pulpo;
preguntó qué era, y le indicamos que primero lo probara y luego le decíamos).
Estuvimos en Galicia, en Madrid, en Barcelona y en Andorra juntos. Y años
después, en Holanda, en un Congreso de “Six seconds” con la gran Laura Marí… en
el último Expomanagement en el que Daniel Goleman ha participado, tuvo la
amabilidad de reconocerme, acercarse a mí y estuvimos comentando los estupendos
vídeos que había lanzado en Estados Unidos.
En fin, que he leído todo lo
que Daniel ha publicado, y ayer en la estación del AVE en Atocha me encontré
con una grata noticia, su último libro: El
cerebro y la Inteligencia Emocional. Nuevos descubrimientos. Es un texto de
apenas 100 páginas, que revisa lo último en neurociencia y que comienza con
estas palabras: “Cuando escribí La
Inteligencia Emocional reuní los frutos de una década de investigaciones
por entonces recientes sobre el cerebro y las emociones. Recurrí al concepto de
inteligencia emocional como marco para poner de relieve un nuevo campo: la
neurociencia afectiva. Las investigaciones sobre el cerebro y sobre nuestras
vidas emocionales y sociales no se detuvieron cuando terminé la obra, sino que
más bien han tomado renovado impulso en los últimos años.” Goleman confiesa que
en 1995, antes de publicar su best-seller, pensaba que habría alcanzado el
éxito si cuando una persona le dijera a otra “inteligencia emocional”, el otro
supiera a qué se estaba refiriendo. Evidentemente, esto lo ha logrado con
creces, y como el propio autor comenta, jay en estos momentos tres modelos muy
potentes: el de Salovey y Mayer (que plantearon el concepto en un artículo de
1990), el de Reuven Bar-On (2007) y el de Goleman-Boyatzis- Annie McKee (otros
dos grandes expertos y excelentes personas con las que he tenido el placer de
compartir aprendizaje en diferentes momentos).
¿Qué hay de nuevo en esto de
la Inteligencia Emocional (en adelante, IE)? Goleman trata diez campos:
- ¿Es la IE una entidad distinta del Cociente
Intelectual (hay que decir “cociente” y no “coeficiente”)? Howard Gardner
define una Inteligencia como “un conjunto diferenciado de capacidades que es
gobernado y regulado desde un conjunto diferenciado y exclusivo de zonas
cerebrales”. Sabemos por Reuven Bar-On y Antonio Damasio que se trata de cuatro
zonas: amígdala derecha (autoconsciencia emocional), córtex sematosensorial
derecho (autoconsciencia y empatía), circunvalación del cíngulo anterior (control
de los impulsos, manejo de las emociones) y córtex órbitofrontal/ventromedial
(relaciones personales e interpersonales). Modestamente, creo que la IE no es
“una inteligencia” sino dos: intrapersonal e interpersonal (o social), pero eso
es otro cantar.
- El
radar ético: “Las nuevos descubrimientos parecen indicar el modo en que las
regiones cerebrales relacionadas con la autoconsciencia nos ayudan a aplicar la
ética y a tomar decisiones en general”. Es la relación entre el neocórtex
(cognición, operaciones mentales complejas) y los centros límbicos, por debajo
del cerebro pensante. ¿Qué hacen los grandes decisores? Recaban información y
después actúan “según lo que les dicen las tripas”: reacciones viscerales.
-
El mejor estado cerebral para una tarea: la eficacia personal depende de estar
de buen humor (somos más creativos, más flexibles mentalmente, resolvemos mejor
los problemas), pero perdemos sentido críticos. “Es mejor ponerse serios antes
de leer un contrato”, nos recomienda Goleman. Evidentemente, el mal humor
afecta a la armonía del equipo.
-
La dinámica cerebral de la creatividad. El modelo (desde hace más de un siglo)
es definir el marco del problema, recoger datos e información, dejarse ir (relajarse,
ducha, paseo) y ejecución. La realidad no es tan sencilla. Goleman habla del
método de George Lucas (escribir sin más), de Phillip Glass (la inspiración le
llega de 11 a 15 horas) o de Adrianne Weiss, que redefine marca (se va a dormir
y el “eureka” le llega entre sueños). ¿Qué tienen en común? Primero se
concentran, luego se relajan, y el “ahá” es un enlace neuronal localizado en la
zona temporal del neocórtex derecho: es un “pico gamma” (el cerebro ha tenido
una idea). El marcador físico es una sensación de alegría. Y para que prospere,
conviene que no haya críticos (abogados del diablo) sino cultivadores
(defensores del vínculo). “las ideas creativas son como un capullo delicado:
hay que mimarlas para que florezcan”.
-
Los circuitos cerebrales del impulso, la perseverancia y la motivación. La
amígdala es el radar que detecta los peligros, y hay cinco detonantes de la
amígdala en el entorno laboral: la falta de respeto, el trato injusto, la
escasa valoración, sentir que no nos escuchan y calendarios poco realistas
(Tony Schwartz, 2010). Provocan “secuestro amigdalar”. El estrés (en el córtex
prefrontal existen circuiitos que pueden inhibir los impulsos de la amígdala)
se gestiona desde lo que Richard Davidson (Universidad de Wisconsin) llama
“estilos emocionales” –en realidad, estilos cerebrales-: amígdala explosiva o
imperturbable, reacción a la angustia (darle vueltas o no), profundidad de los
sentimientos de una persona. Goleman cita a Bárbara Fredrickson y su ratio de
3:1 entre emociones positivas y negativas. Para mejorar, podemos desconectar
(tranquilidad) o aplicar la “consciencia plena” (mindfulness): Daniel Siegel
(UCLA). Davidson ha trabajado con Jon Kabatt-Zinn respecto a la meditación, la
relajación y la práctica de cariño con los demás.
- La
motivación: lo que nos mueve. Un “buen trabajo” (Howard Gardner) es una
combinación de excelencia, compromiso y ética. “Nadie lo ha investigado
todavía, pero me atrevo a predecir que si se estudiara el cerebro de personas
que estuvieran realizando un buen trabajo se detectaría una actividad
relativamente mayor en la zona prefrontal izquierda”. Daniel cita a su maestro
(y al mío) David McClelland y su tres tipos de motivación: poder (social o
personal), afiliación y logro.
-
Los estados cerebrales que fomentan el rendimiento óptimo y cómo
desarrollarlos: la ley de Yerkes-Dodson (la U al revés de eustrés y distrés),
desde el aburrimiento al pico de rendimiento y a la sobrecarga. Es la
activación del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (adrenalina/cortisol).
“Los efectos neurológicos, cognitivos y biológicos de un estrés excesivo son
aún peores de lo que se creía”. Y por supuesto el “flow” de Csikszentmihalyi y
las 10.000 horas de Anders Ericsson.
-
El cerebro social: “Mindsight” (Daniel Siegel, UCLA). “El cerebro social cuenta
con infinidad de circuitos, todos ellos concebidos para adaptarse a la mente de
otra persona e interactuar con ella”. Neuronas espejo, contagio de las
emociones. “Influimos de forma constante en el estado cerebral de los demás”. ¿Quién
envía las emociones? El emisor, EXCEPTO
si hay diferencias de poder (el máximo de atención va hacia la persona
con más poder). La interacción es el “momento humano” (Edward Hallowell, 1999).
-
Cerebro 2.0.: “Ciberdesinhibición” (desconexión entre el cerebro social y la
pantalla). Los impulsos no verbales y
paralingüísticos tienen mucha fuerza. Hay un “cociente intelectual de grupo”
(Vanessa Druskat, Universidad de New Hampshire). Y, con suerte, de equipo. “Lo
más recomendable es salir del despacho y verse para hablar cara a cara”.
-
Variedades de empatía: cognitiva, emocional y preocupación empática (“noto que
necesitas ayuda y estoy dispuesto a darla espontáneamente”; la de los buenos
ciudadanos). Diferencias entre hombres y mujeres. Según Simon Baron-Cohen
(Cabridge), vosotras tenéis más empatía y neuronas espejo. Ruth Malloy
(HayGroup) ha demostrado, utilizando el Inventario de Competencias Emocionales
y Sociales que en el 10% de profesionales estrella no hay diferencias de
género. “Las discrepancias de género se diluyen”.
-
El lado oscuro de la IE: los narcisistas, los maquiavélicos y los sociópatas.
Pueden tener empatía cognitiva, pero no emocional ni preocupación empática. Los
sociópatas tienen déficit en la circunvalación del cíngulo anterior, el córtex
órbitofrontal, la amígdala y la ínsula. Son sociópatas el jefe tirano, el
desfalcador (como Madoff) y el gorrón que se aprovecha de los demás.
-
Desarrollo de la IE: durante la neurogénesis, el cerebro genera 10.000 células
madre diarias que se dividen en dos. En 4 meses, cada célula genera 10.000
conexiones. Sobre el coaching: 1. Buscar el compromiso en la persona. 2. Reunir
el máximo de información sobre sus competencias. 3. No tratar de aprender
demasiado de golpe. 4. Romper el hábito de simultanear tareas. “Si persevera,
los nuevos circuitos se conectarán y cobrarán cada vez más fuerza, hasta que un
día hará lo que tiene que hacer sin pensárselo dos veces”. “Cuanto más se
repite, mayor es la conectividad”. Ejemplo práctico: el de Richard Boyatzis en
la Weatherhead de la Universidad Case Western Reserve.
-
Aprendizaje socioemocional (SEL, en inglés). “El cerebro es el último órgano
del cuerpo en alcanzar la madurez anatómica”. Hay dos fases de crecimiento en
los que no somos tan abiertos y creativos: de 5 a 7 años y la pubertad. “Cuando
te enfades por algo piensa en un semáforo. ¡Cuando se ponga en rojo, frena!
Cálmate y piensa antes de actuar”. Con el aprendizaje emocional, los resultados
académicos mejoran un 11%. El eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal
interfiere en la eficiencia cognitiva y el aprendizaje. “Nunca es tarde para
mejorar nuestra competencia en el campo de la inteligencia emocional”.
Mi agradecimiento a Daniel
Goleman por compartir con nosotros lo último en IE.
Y volviendo a “La voz”,
espero muy de veras que auténticos coaches ayuden a cantantes tan grandes como Bisbal, Malú,
Melendi y Rosario a desarrollar el talento de los participantes en el programa.
Ojalá el espectáculo se combine con el aprendizaje de verdad.