Lecciones de seducción, heridas frente a un@ mism@


El martes por la tarde, después del partido de Champions entre el Real Madrid y el Ajax, fui a ver Ruby Sparks. Una de las películas más estúpidas que he visto en toda mi vida. La vida de un chaval, escritor de éxito con su primera novela, que escribe sobre la chica de sus sueños (Ruby) y ésta se convierte en realidad. Escrita y producida por Zoe Kazan (que además es la protagonista, en un ejercicio de polivalencia poco creíble), es en realidad la historia de un friki narcisista, un intelectual sumamente introvertido que solo se ama a sí mismo. No sé cómo Antonio Banderas (que sobreactúa en el papel de un artista bohemio) y Annete Bening pueden formar parte (aunque breve) de este reparto. “Los directores de Pequeña Miss Sunshine se empeñan demasiado en revalidar su título de epítomes del buen rollo hipster”, escribió Noel Ceballos en su crítica de Fotogramas. Tenía que haberla leído antes, y no después, de ver la película.
Mi definición de obra de arte es aquello que te conmueve, que te emociona, y en ese sentido Ruby Sparks es una obra de arte para un servidor. No me ha aportado alegría, ni me ha entristecido, ni me a provocado miedo ni repugnancia. Pero me ha cabreado (no me gusta nada que me tomen por tonto), y la ira es una emoción al fin y al cabo. Supuesto cine independiente que en la práctica significa que la cinta es muy lenta, que no ocurre prácticamente nada, que las cancioncillas de la banda sonora son en francés y que los diálogos son presuntuosos. Si puedes, evítala.
He estado leyendo Lecciones de seducción (2012), de la chilena Pilar Sordo (aclamada como “la psicóloga que conmociona América Latina”). De ella es ¡Viva la diferencia! (2005), libro del que hablaba el otro día en este blog.
La seducción es un viaje paradójico, explica la autora. “Estamos inmersos en una estructura social que lo erotiza todo”; como consecuencia, la “anorexia sexual”: “Si estoy todo el día viendo chocolates por la calle, y llego a mi casa, después de quince años de vivir con mi marido, me enfrento al mismo “chocolate” de siempre y evidentemente no voy a tener ganas de consumirlo”. Elemental, querida Sordo. Sobreerotización que provoca anestesia sexual. “Los que logran mantenerse firmes son quienes han podido incorporar el esquema de sexualidad amplio, asociado a los afectos, a variables espirituales y de valores, donde yo asumo que mi sexualidad es una entrega al otro y no un acto instintivo”. “Uno no solo seduce sexualmente. Uno también seduce para ser simpática, para ser inteligente, para ser atractiva o para poder cautivar en términos de liderazgo dentro de una empresa. Un líder necesita ser seductor”. Particularmente, prefiero cautivar a seducir en el ejercicio del Liderazgo.
Pilar Sordo nos propone doce lecciones en doce meses:
1. Enero. La autoaceptación. En tres etapas: autoconocimiento, autovaloración (con un lenguaje apropiado, no dañino) y autoestima (aprender a quererme a mí mism@).
2. Febrero. Mujer buena, mujer mala: una decisión inconsciente. La primera es la hogareña y estable; la segunda, la promiscua. Hay que integrar ambas desde la responsabilidad: ni casquivana ni frígida.
3. Marzo. Mírate al espejo y un poco más allá. Observación cuidadosa y preguntarte qué sientes cuando te ves.
4. Abril. Hazte cargo de tus sensaciones. Por ejemplo, según Pilar Sordo, al hablar del flujo vaginal, la leche materna y la menstruación. “Cada uno de nuestros flujos es un indicador de un aspecto comunicacional y relacional con el otro”.
5. Mayo. Hacia el camino de la autoseducción. “La seducción es un camino que empieza desde adentro”. No debería pasar una semana si haberte hecho un regalo.
6. Junio. No siempre el objetivo es el otro. “Todo proceso de crecimiento interior genera tensión en las relaciones que ya están establecidas”.
7. Julio. Atrévete a jugar. El amor necesita incorporar aspectos lúdicos.
8. Agosto. Distorsiones en la seducción: el juego del poder. Revisar las reglas de la comunicación en pareja.
9. Septiembre. Si exiges o cumples, no seduces. Es una cuestión de placer y estilo.
10. Octubre. Explora tus fantasías y baja la guardia. El desafío es innovar.
11. Noviembre. Solo escucha a tu corazón.
12. Muestra por fuera lo que eres por dentro. “Escribiendo esto recordé la clásica frase de “estoy esperando a mi media naranja”. Nada más lejano a la realidad de este libro, ya que debo ser lo más “naranja completa” posible para encontrar a otro igualmente completo. Esto genera un encuentro sano, porque está basado en compartir experiencias y no en que alguien llegue a hacerse cargo de uno mismo”.
Un libro curioso, interesante, que nos puede provocar reflexión.  

También he estado leyendo Las cinco heridas que impiden ser uno mismo, de la psicóloga canadiense (de Quebec) Lise Bourbeau. Parte de una tesis: “Todos tenemos la misma misión al llegar a este planeta: vivir las experiencias una y otra vez, hasta que podamos aceptarlas y amarnos a través de ellas”.
Cinco grandes heridas, en orden cronológico, que generan máscaras:
-Rechazo (el huidizo). En el primer año de vida, provocado por el progenitor del mismo sexo. Cuerpo delgado, contraído, angosto. Se considera nulo. Intelectual, perfeccionista. Su mayor temor es el pánico.
-Abandono (el dependiente). Entre el primer y tercer año de edad, con el progenitor del mismo sexo. Cuerpo largo, delgado, sin tono muscular. Ojos grandes y tristes. Necesidad de presencia y de apoyo. Mayor temor: la soledad.
-Humillación (el masoquista). Entre el 1º y 3º año, por la madre. Control, carencia de libertad. Cuerpo grueso, rollizo, abombado. Ojos grandes, redondos, abiertos e inocentes. Se avergüenza de sí mismo y teme avergonzar a quienes le rodean. Su mayor temor es la libertad.
-Traición (el controlador). Entre los 2 y los 4 años de edad, con el progenitor del sexo opuesto. Su cuerpo muestra fuerza y poder. Manipulador, mentiroso.  Temor más grande: la disociación, la separación.
-Injusticia (el rígido). Entre los 4 y los 6 años. Debes ser estrella, ser perfecto. Cuerpo erguido, rígido. Ojos claros de mirada brillante y viva. Carácter perfeccionista y envidioso. Su mayor temor es la frialdad.
¿Cómo curar las heridas y acabar con las máscaras? A través de la aceptación, que no es tarea fácil. Pero no queda otra.
Mi gratitud al equipo del Fiesta Inn de Cuernavaca, al de Pemex y al de Amedirh.