Humilde chulería, humilde visibilidad


Comienza la semana (fiesta en España, “día del Padre” y Fallas en Valencia; a tope aquí en Ecuador, con dos talleres de Gestión del Talento para el IESS) y me gustaría reflexionar sobre la humildad y el sano orgullo  o la identidad; he comprado un par de libros excelentes sobre la “Ecuatorianeidad”: Ecuador: señas particulares de Jorge Enrique Adoum y Ecuador: identidad y esquizofrenia, de Miguel Donoso Pareja. Resulta que este maravilloso país de la mitad del tamaño de España y una enorme variedad (desde la Amazonia hasta las islas Galápagos) fue el primero que proclamó la independencia de España. El resultado fue la destrucción de las élites intelectuales y sociales y, como respuesta, la emigración masiva. Ahora, muchas ecuatorianas vuelven al país con sus maridos extranjeros.
Pero volvamos a la humildad. Ayer mi buen amigo John Carlin publicaba en El País uno de sus ingeniosos y provocadores artículos: La humilde chulería. Comenzaba así: “De viaje en Nueva York, me encuentro con una nueva definición de un antiguo fenómeno social. The humble brag: la humilde chulería. El tono o el contexto son humildes. Uno aparentemente se está menospreciando, o quejándose de la malicia del destino. Pero el objetivo real es chulear: lanzar un mensaje que provoque envidia o admiración.” Carlin nos pone varios ejemplos: “¡Hice el ridículo total! Viajé en primera pero el vuelo a las Seychelles llegó con dos horas de retraso. ¡Qué agobio! Conseguimos un palco para la final de Wimbledon pero los canapés en la sala VIP, un asco. Mi hija de 10 años es la mejor de la clase pero me tiene preocupado: se pasa las vacaciones leyendo a Dostoievski. Marqué cuatro goles pero no hubiera sido posible sin el apoyo de mis compañeros. El servicio de limpieza de habitaciones en el hotel Sofitel de Manhattan, lamentable.” En esta chulería, nos dice Carlin, uno se autoengaña y al interlocutor no le engañas. Porque piensa: "¡Qué cretino! Me echa en cara su estatus superior, me hace sentirme pequeño, y encima pretende que le padezca sus desgracias". Todos caemos en esa estupidez y el propio John se ríe de sí mismo concluyendo: “Yo mismo no he podido reprimir contar en la primera línea de esta columna que he estado de viaje en Nueva York. Pero, créanme, hacía un calor insoportable, pegajoso, y dos capuchinos en el hotel Pierre de la Quinta Avenida me costaron 24 dólares, y...”
En el coaching estratégico reivindicamos la llamada “humilde visibilidad”. Una organización que se precie de ser tal debe contar con un/a primer/a ejecutiv@ “con cara y ojos”, que potencie desde su imagen la marca, el capital humano, las expectativas de los clientes y del futuro. Pero eso no significa Soberbia (creerse “superior” a nadie) ni Arrogancia (“arrojárselo” a nadie en la cara).
El término “Humildad” proviene del latín “Humilitas” y ésta de “Humus”, la tierra orgánica, la tierra que se cultiva. Es humilde quien aprende, y por tanto mejora. No debemos confundir ser humilde con depreciar nuestro talento, porque el talento es poner en valor lo que sabemos, podemos y queremos hacer. El talento que no se aprecia se deprecia. Los latinos, a diferencia de los anglosajones, somos maestros en no apreciar nuestro talento (un buen ejemplo es Quito, que raramente uno imaginaría desde España como destino turístico, y sin embargo posee una riqueza artística y una calidez humana impresionantes).
¿Y la etimología de “chulería”? Para Corominas y para María Moliner, procede del italiano “ciullo”, niño (de “fanciullo”, un infante pequeño). Para la Real Academia, del mozárabe “sulo” y éste del latín “sciulos”, enteradillo o sabidillo. De ahí, pasó a llamarse a las clases populares de Madrid y a quien vivía de las prostitutas (por lo que se llama “amor diatrófico”, cariño y protección hacia el débil, hacia el crío). La chulería es propia de los jactanciosos, de los rufianes. 
Humildad y sano orgullo, nada de chulería. ¿Un ejemplo? La canción “Yo nací aquí”, del ecuatoriano Juan Fernando Velasco. www.youtube.com/watch?v=zaGv7-8nZoQ
Yo nací en este país, 

que sabe a caña y algodón,
que se ilumina mucho antes de que salga el sol.
Yo nací en este país 

de niños pobres y almidón, 


endeudados con los mismos
que se lo llevaron todo.
Un país lleno de historias
de hombres y mujeres 

de hormigón, 

llenos de coraje y de ternura, 

llenos de pasión. 



Coro: 

Yo nací en este país
que va con alegrías y dolor 

con gente linda y con canallas
que nos roban la ilusión; 

que no le teme al porvenir,
que no se deja derrotar, 

que no me pide visa y al que
siempre quiero regresar. 


Na, Na, Na, Na, Na. 

Yo nací aquí .

Na, Na, Na, Na.
Yo nací aquí.



Yo nací en este país 

que a veces me echa para atrás; 

a veces me resigno, a veces me quiero escapar. 


Pero yo nací aquí, 

aquí aprendí a caminar, 

aquí te conocí y
aquí me enamoré de ti. 


Un país lleno de historia
de hombres y mujeres
de hormigón, 

llenos de coraje y de ternura, 

llenos de pasión. 



Coro: 


Yo nací en este país
que va con alegrías y dolor 

con gente linda y con canallas
que nos roban la ilusión; 

que no le teme al porvenir,
que no se deja derrotar,

que no me pide visa y al que
siempre quiero regresar.
Na, Na, Na, Na, Na. 

Yo nací aquí 

Na, Na, Na, Na, Na. 




Si tengo que alejarme 

y caminar lejos de ti, 

te llevo en mis palabras  
y en mi manera de amar.

Te llevo en mis sentidos
y en mi forma de cantar. 



Coro: 


Yo nací en este país
que va con alegrías y dolor, 

con gente linda y con canallas
que nos roban la ilusión; 

que no le teme al porvenir, 

que no se deja derrotar, 

que no me pide visa y al que
siempre quiero regresar. 


Na,  Na, Na, Na, Na. 

Yo nací aquí. 

Na, Na, Na, Na, Na. 

Yo nací aquí. 

Na, Na, Na, Na, Na. 

Yo nací aquí. 


Bienventurad@s l@s humildes. Y mi agradecimiento a quienes, como humildes que son, siguen aprendiendo y mejorando.