Cómo aprende el cerebro y la gramática de la fantasía


Esta semana en Tel Aviv, Jordania (Petra y Wadi Rum), Jerusalén y Belén he tenido la oportunidad de leer libros interesantes. Algunos ya los he comentado, como el último de Bruce Lipton.
“Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación”, de Sarah-Jayne Blakemore y Uta Firth (University College de Londres), con prólogo de José Antonio Marina, es un texto valioso si queremos entender este órgano que, como dice Marina, es un tupidísimo bosque de 100.000 árboles, muchos de ellos con más de 100.000 ramas, “que se entrecruzan, injertan, mueren, rebrotan”.
El cerebro es el mecanismo natural que pone límites al aprendizaje. Por eso debemos “ajardinarlo”, cultivarlo como hace un buen jardinero como un jardín. Este texto nos habla de la neurogénesis durante el embarazo, del mito de los tres primeros años (es falso que ya esté todo determinado a partir de esta edad), de los periodos críticos y los entornos enriquecidos (el medio afecta a las sinapsis durante el desarrollo), de las palabras y los números en la infancia temprana (por ejemplo, una segunda lengua), del cálculo matemático, el cerebro alfabetizado, aprender a leer música, la dislexia, los trastornos del desarrollo socioemocional (autismo, THDA, trastornos de conducta), el cerebro adolescente, la plasticidad (el caso de los taxistas de Londres, que han desarrollado más el hipocampo), el recuerdo (aprendizaje implícito y procedimental), las formas de aprendizaje (memoria a corto y largo, imaginación, imitación), el sueño, la tremenda importancia de la emoción, somos lo que comemos…
Un texto útil para tratar de estar al día en lo que la neurociencia nos muestra.
El italiano Gianni Rodari (que en 1970 recibió el premio Hans Christian Andersen, el más importante de literatura infantil) escribió “Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias”. Se trata de un clásico de la literatura pedagógica, para que la imaginación tenga el puesto que le corresponde en la enseñanza.

Por lo demás, jornada en Jerusalén y en Belén, donde hemos almorzado en Casa Nova, la casa de los franciscanos que custodian los Santos Lugares. Gracias a Emérito, al equipo técnico del Challenge liderado por Carlos Ongallo y a mis compañeros.
Esta noche, cena de gala en el King David. Y mañana, de vuelta a casa.