Siete "malas ideas" económicas que han sustentado el Capitalismo


Jornada en Madrid, entre reuniones internas, comerciales, con clientes y cena con el DG de Recursos Humanos de una de las empresas del IBEX, inmerso en una revolución para transformar su organización en una auténtica “Human Age Company”. Ser una empresa humanista, y por tanto atractiva, es ético y además lo más rentable para la propia organización y para su talento, individual y colectiva. La clave es atreverse a lograrlo.
De la prensa de ayer domingo, me quedo con dos entrevistas, una en La Vanguardia y otra en El País Negocios.
Del rotativo barcelonés, el diálogo de Andy Robinson desde Nueva York con Jeff Madrick, articulista de The New York Times y Harpers, autor del libro ‘Siete malas ideas’ (Seven bad ideas), una autocrítica a los pilares filosóficos de la economía capitalista.
¿Cuáles son esas “siete malas ideas”?
1. “La mano invisible”. La creencia, desde Adam Smith (1723-1790), de que la libre interacción de vendedores y compradores conduce inexorablemente al mejor precio. “Es una metáfora tan bonita como incorrecta”, apunta Madrick. A un servidor le gusta recordar que antes de “La riqueza de las naciones”, este economista escocés escribió su “Teoría de los sentimientos morales”. No cabe una sin el otro.
2. La ley de Say, en honor al economista francés Jean-Baptiste Say (1767-1832). La “ley de los mercados” dice que no puede haber demanda sin oferta. “La defensa de la austeridad actualmente estriba en esta ley”, dice Madrick. Resulta evidente que todo lo que se ahorra no acaba siendo invertido.
3. La falacia de Milton Friedman (y, con él, la Escuela de Chicago). De ella parten los intentos de privatizar las pensiones y reducir la protección social.
4. La baja inflación como objetivo único. Para Jeff Madrick, una de las simplificaciones  que más daño provocan. Afortunadamente, la Reserva Federal ya se lo está cuestionando, opina el autor.
5. La tesis de los mercados financieros eficientes. Incluso Eugene Fama, premio Nobel de Economía 2013, la sigue defendiendo (como comenté en su día en este blog, el año pasado se premió a economistas que defendían esta tesis y la contraria, la de las burbujas especulativas).
6. La globalización del mercado, como extensión de “la mano invisible” a todo el planeta. Cada nación aplica políticas especificas, como es evidente.
7. Las “ciencias económicas” en sí mismas, con leyes a la manera newtoniana. Creo que sí, la Economía es una Ciencia (alberga principios aplicables), pero se parece más a la teoría del caos o a la mecánica cuántica que a la física clásica.
En la entrevista de Andy Robinson, Jeff Madrick considera que la meta de la inflación por debajo del 2% impide crear suficiente empleo, que ahora la gente ahorra porque tiene miedo (y muchas empresas, en lugar de invertir, compran sus propias acciones) y el Estado debería invertir en infraestructuras, porque es una oportunidad de oro, con tipos muy bajos y retornos muy altos (especialmente, deberían invertir en Educación, me permito añadir, porque no hay ROI sostenido más alto para una sociedad). Ya he pedido ‘Siete malas ideas’ para leerlo en profundidad.
En El País Negocios, Miguel Ángel García Vega entrevista al canadiense Henry Mintzberg (Montréal, 1939), uno de los expertos en management más brillantes e iconoclastas. Acaba de publicar un ensayo digital, ‘Reequilibrando la Sociedad: Renovación Radical’ (Rebalancing Society: Radical Renewal).
Mintzberg opina que el management no es una ciencia (en esto diferimos). Es arte (claro que lo es; tiene un toque personal y ha de conmover al “espectador”) y oficio. “La formación de las Escuelas de Negocios es la que llevó a George W. Bush a tomar decisiones sobre Irak”, proclama Mintzberg.
De las superestrellas de Harvard de 1990, todos CEOs, 13 fueron un fracaso (analizado 13 años después), 4 “puede” y 4 obtuvieron buenos resultados. Un 20% paretiano.
Para HM, tras la caída del Muro en 1989, no fue el capitalismo lo que triunfó, sino el equilibrio (los países del Pacto de Varsovia estaban desequilibrados hacia el poder del Estado). Hoy impera la desigualdad. “La sociedad es una silla con tres patas: sector público, privado y civil. Como la creencia tras la guerra fría fue que el comunismo se hundió por el Gobierno, se impulsó la creencia de que los gobiernos eran malos y había que minimizarlos. “En Estados Unidos, la Corte Suprema ha dado luz verde para que las multinacionales hagan donaciones políticas”. Mintzberg cita a Thomas Jefferson y Abraham Lincoln en el sentido de que las grandes corporaciones pueden destruir EEUU.
Y añade: “Cualquiera que acepte ser pagado cientos de veces por encima de sus trabajadores no puede ser un verdadero líder. Por eso solo hay unos pocos líderes en las compañías estadounidenses. ¿Cómo puedes dirigir una empresa y decir que eres cientos de veces más importante que tus empleados? Por qué no dicen lo contrario. Por qué no se dirigen al Consejo de Administración así: “No me puedes pagar esas cantidades. Con esas cifras no puedo hacer que mis trabajadores se comprometan con el proyecto”. Los bonus de los ejecutivos destruyen las compañías.”
El tema del salario de los ejecutivos (o de los futbolistas de élite, que vendría a ser lo mismo) está sometido a las leyes de la oferta y la demanda, y por tanto ligarlo al compromiso o a la “importancia”, es un tanto fantasioso. El profesor Mintzberg, por ejemplo, cobra por conferencia más de 30.000 $, y eso no le convierte en “más importante” o “más comprometido” que quienes cobran la décima parte, entiendo yo.
En cualquier caso, mi gratitud a Jeff Madrick y Henry Mintzberg por sus provocaciones, a Andy Robinson y Miguel Ángel García Vega por sendas entrevistas (excelentes) y a todas aquellas personas que nos hacen reflexionar sobre este cambio de época.