Jornada en Galicia. Vuelo de las 7,30 h de la
mañana a Santiago de Compostela y primera sesión de coaching estratégico con el
DG de una de las principales empresas gallegas, líder en su sector. Un diálogo
de cinco horas, cuando antes la primera sesión solía ser de tres. Tal es la
creciente complejidad de la labor del directivo en un mundo VUCA: globalizado,
de aceleración tecnológica, en la que el talento y el liderazgo (entendido como
talento para influir decisivamente en los demás) marca la diferencia.
Hemos hablado, entre otras muchas cosas, de
dar y recibir, de la importancia de la generosidad, cualidad clave del
talentismo.
He estado leyendo un libro precisamente con
ese título, que acaba de llegar a nuestras librerías: ‘Dar y Recibir. Por qué
ayudar a los demás conduce al éxito”, de Adam Grant, el profesor mejor valorado
de Wharton y uno de los mejores de EE UU. Hablaba de él y de su tesis,
sobradamente contrastada, en ‘Del Capitalismo al Talentismo’.
Para empezar, la nómina de elogios es
espectacular: Daniel Pink, Robert Sutton, Bob Cialdini, David Allen, Gretchen
Rubin, Jeff Ashby (NASA), Daniel Gilbert, Dan Ariely, Martin Seligman, Barry
Schwartz, Teresa Amabile, Tal Ben-Shahar y los DG de Merck, McKinsey, Puma,
Estee Lauder, Nike Foundation. Impresionante.
“Según la sabiduría convencional, la gente de
éxito tiene tres cosas en común: motivación, capacidad y oportunidad. Si
queremos alcanzar el éxito, necesitaremos una combinación de trabajo duro,
talento y suerte.” Hay un cuarto ingrediente, que es la forma en la que nos
relacionamos con los demás. Hay receptores (les gusta obtener más de lo que
dan), donantes (dan más de lo que reciben) y equilibradores (buscan el
balance). Son los tres estilos fundamentales de la interacción social, cada uno
con sus ventajas e inconvenientes. La investigación demuestra que los donantes
se hunden en lo más bajo de la escalera del éxito (ganan un 14% menos, sufren
el doble de crímenes, son un 22% menos poderosos)… pero también están en la
cima (como ejemplo, Abraham Lincoln). Adam Grant nos explica por qué. “Hay
donantes que acaban siendo bobalicones y felpudos”.
“Todo
hombre debe decidir si piensa caminar bajo la luz del altruismo creativo o en
la oscuridad del egoísmo destructivo” (Martin Luther King). Hay receptores que
se disfrazan de donantes, pero se les pilla antes o después (porque se
pavonean). “Resumiré el secreto del éxito en una palabra: generosidad. Si la
generosidad es lo que gobierna tus interacciones, las recompensas se verán
enseguida” (Keith Ferrari).
Grant nos habla de George Meyer, alma de Los
Simpsons (7 Emmys), que generó una red colaborativa. Es lo que en montañismo se
llama “comportamiento de expedición” (desinteresado, generoso, antepone los
intereses colectivos a los individuales). “Las personas de más talento suelen
provocar celos en los demás, lo que les hará correr el riesgo de despertar
desagrado, recelo, ostracismo y menosprecio. Pero si esas personas con talento
son además donantes, dejan de tener una diana en la espalda” (Eugene Kim y
Theresa Glomb, U de Minnesota). Los donantes no son independientes, sino
interdependientes. Receptores y equilibradores suelen tener sesgo de
responsabilidad (exageran sus contribuciones en relación a las de los demás) y
carecen de brecha de perspectiva (ponerse en el lugar de los demás).
Sobre el reconocimiento del potencial, los
donantes suelen caer en el “efecto Pigmalion” positivo (creen en los demás). La
fe sincera influye en la motivación y en el rendimiento. Adam Grant nos recuera
las 10.000 horas de práctica deliberada, de Anders Ericsson, popularizado por
Malcolm Gladwell, y se pregunta: “Pero ¿qué motiva de entrada a un individuo a
practica tantísimo? Aquí es donde los donantes entran en escena”. Los donantes
detectan mejor “destellos entre pedazos de carbón”.
La influencia suele venir del dominio y del
prestigio. Solemos pensar que los receptores tienen ventaja; sin embargo, los
donantes dominan la “comunicación sin fuerza”: se muestran vulnerables y empáticos.
Piden consejo, lo que presenta cuatro beneficios; aprender, tomar perspectiva,
compromiso y adulación.
Los donantes “altruistas” tienen alto interés
por los demás y bajo por sí mismos. Los donantes “oltristas” se ocupan tanto
del interés ajeno como del propio; por eso tienen éxito. “El desgaste del
donante tiene que ver menos con la donación que realiza y más con la cantidad
de información que recibe sobre el impacto de esa donación”.
La estrategia otrista protege a los donantes
de ser excesivamente confiados. Se trata de “detectar la sinceridad” (confiar
en la mayoría de la gente la mayor parte del tiempo) y un toma y daca generoso
(pero no acomodaticio) para no caer en el “efecto felpudo”.
“Personalmente, la gente de éxito que más
admiro es donante en su mayoría y considero mi responsabilidad intentar legar
todo lo que he aprendido de ella”, escribe Adam Grant. Y por ello nos propone
evaluar nuestro coeficiente de donante (hay un cuestionario en su página web),
crear un “círculo de reciprocidad”, ayudar a los demás a moldear su puesto de
trabajo para incorporar más donaciones, poner en marcha programas de
reconocimiento, hacer favores de cinco minutos, practicar la comunicación sin
fuerza, unirnos a una comunidad de donantes y poner en marcha un experimento de
generosidad. Un consejo final: “Ayude generosamente y sin pensar en lo que
pueda obtener a cambio; pero pida también a menudo lo que necesite”.
Gran libro. El éxito es de l@s generos@s,
siempre que no se olviden de sí mism@s.