Jornada entre Barcelona, Madrid y Ávila, con la
universidad y dos comités de direccion.
Por la mañana, he tenido el honor de participar
en las XV jornadas de empleo universitario en el edificio histórico de la UB,
para presentar el Human Age Institute y hablar del enorme impacto de la
Universidad en la generación y gestión del talento.
Soy un ferviente partidario de la Universidad (de
una universidad avanzada, eficaz, de excelencia, que sirva a la sociedad y no
de un reducto de parásitos ilustrados sin conexión con la sociedad). En un
mundo cuyos conocimientos se duplican cada 14 meses, en el que la información
es tan accesible y la comprensión un lujo al alcance de unos pocos,la misión de
la Universidad es más relevante que nunca. Como dice nuestro amigo Emilio, “no
hay nada más peligroso que un tonto motivado”.
He estado leyendo ‘Picasso. Azul y blanco. A
Coruña: el nacimiento de un pintor’, de Rubén Ventureira y Elena Pardo. Un
precioso libro sobre los cinco años (1890-1895) en los que Pablo Ruiz Picasso
vivió en “la ciudad en la que nadie es forastero”. Llegó como un niño (a su
padre le ofrecieron una plaza de profesor con la que le duplicaban el sueldo) y
se fue como un germen de genio, comparado en su técnica con Giotto, que hizo
dos exposiciones muy bien valoradas. El talento de Picasso, su genial
aportación a la historia del año, no puede entenderse sin sus años coruñeses.
Sin su maestro Isidoro Brocos, que tanto le enseñó, sin el fallecimiento de su
hermana Conchita, sin sus primeros amores, sin las fiestas de María Pita y de
San Juan. De todo ello he hablado hoy en la Universitat de Barcelona.
Me ha fascinado que el Guernica sea una
interpretación picassiana de ‘La masacre de los inocentes’, cuadro que
Gumersindo Pardo Reguera tenía en su farmacia del 92 de la calle Real. Allí
acudía Pablo Ruiz a recoger a su amigo Antonio. En esa obra de Carl Dupuis
sobre el original de Rubens (pintado entre 1609 y 1611) están el caballo (el
pueblo) y el toro (la violencia), la mujer con los brazos en alto, el decreto
de Herodes y la ventana de la casa, la mujer del quinqué, la mujer agachada, la
madre con el niño en brazos, los ángeles y la lámpara, el puño en alto…
Guernica era para el propio Picasso “un grabado gigantesco, una litografía
agrandada”. Una muestra desgarradora de la lucha y la locura humana, en línea
con lo que Rubens había descrito 300 años antes.
“Si no mides lo que quieres, acabas queriendo lo
que mides”, escribió Marcel Proust. Hemos llegado a creernos que la crisis
depende del decrecimiento del PIB, una medida creada por el premio Nobel Simon
Kuznets y que él mismo desechó como explicación de lo realmente importante.
No estamos en crisis (ni salimos de ella), sino
en un cambio de época, en el que el talento es la clave. Talento que se ha de
generar, como hizo Picasso, gracias a sus maestros (especialmente a Brocos), a
su madre (María Picasso), a su entorno en Barcelona y París. Sin aptitud
(conocimientos y habilidades), la actitud (emociones, postura, lenguaje) no es
suficiente. A esa capacidad (aptitud + actitud) hemos de multiplicar el
compromiso y ser conscientes del contexto. El talento no es complicado, pero sí
complejo, porque depende de hasta 10 variables. Antonio Alemán diría que somos
como malabares manteniendo 10 pelotas en el aire.
Mi gratitud a Montse, Susana y todo el equipo organizador
del evento de esta mañana, al Board de ManpowerGroup por la sesión de esta
tarde y a mi compañero y amigo Jaime, con quien he ido a Ávila.