Pero
antes, atención a la transformación del fútbol. Final de Copa América entre
Chile, la anfitriona, y la Argentina del Dios Messi. Más errores que aciertos,
se decidió por penaltis y Leo se negó a recoger el trofeo al mejor jugador del
torneo. Mi felicitación a ‘La Roja’ de América (se da la circunstancia de que
‘La Roja’ reina actualmente en ambos continentes que dominan el fútbol
masculino), pero poco más. esta Copa se recordará más por las pifias de Higuaín
que por los logros colectivos.
Mundial de fútbol femenino en Canadá, final
entre Estados Unidos y Japón (retransmitida, como todo el campeonato, por la
genial Ana Rossell). Encuentro a la una de esta pasada madrugada, absolutamente
memorable. 5-2 a favor de las norteamericanas, que se vengaron de las niponas
(éstas habían ganado hace cuatro años). La capitana USA Carli Lloyd, centrocampista
reconvertida en segunda delantera, marcó la diferencia. Dos acciones a balón
parado que dejaban el marcador en 4-0 en el minuto 16. Pero el equipo de las
Nadeshiko no se vino abajo, y marcaron dos goles a la portera Hope Solo, la
mejor del torneo, que solo había encajado un tanto hasta entonces en el Mundial.
Todavía dio tiempo que saliera a competir la veterana Christie Rampone (40
años), la más longeva entre las participantes de los 7 Mundiales femeninos
celebrados hasta el momento. ¡Qué gran final! Nos vemos en Francia 2019, máxime
cuando nuestras chicas sub17 han ganado de nuevo el campeonato de Europa, en
Reikjavic. El conjunto dirigido por Pedro López ganó también 5-2 a Suiza, con
tantos de Laura García (5 dianas en el campeonato, 2ª máxima goleadora),
Menayo, Navarro y dos en propia meta. En las últimas 7 ediciones, 3
campeonatos, 2 subcampeonatos y una medalla de bronce. En Jordania 2016,
Mundial sub17 (del 31 de septiembre al 21 de octubre) al que iremos con
opciones.
Volvamos
a Grecia. Me ha gustado especialmente el artículo de Luis Prados, ‘Un
referéndum bizantino’. Es el siguiente:
“Un
colosal malentendido de la pedagogía moderna ha arrinconado hasta casi la
desaparición la enseñanza del pasado clásico, que solo sobrevive en la cultura
popular en los tópicos deportivos o en los bárbaros tebeos del cine de
Hollywood. Pero hubo un tiempo en el que la honda emoción por ese pasado
sentida por las personas cultas de los países del norte de Europa fue vital
para el destino de Grecia, como la ayuda inglesa en la lucha por la
independencia de los turcos —Lord Byron— o evitar su caída en la órbita
soviética —Winston Churchill— tras la II Guerra Mundial.
Ese
pasado también está muy lejano para los actuales griegos más allá de su valor
turístico, aunque quizá sobreviva como una radiación de fondo en su afición por
la dialéctica, en el orgullo por el idioma o en el prestigio de la oratoria. Un
griego de hoy puede descalificar a un político con toda naturalidad, para
asombro de un español, con estas palabras: “Habla muy mal, no sabe utilizar el
neutro”.
Probablemente
mucho más decisivos para la formación de la identidad nacional griega hayan
sido los siglos pasados como centro del Imperio Bizantino o bajo la dominación
turca. Mil años de civilización en el primer caso que Occidente despachó de un
plumazo como sinónimo de decadencia —“discutían hasta del sexo de los ángeles”—
hasta convertir el término bizantino en un calificativo despectivo.
La
fractura del Imperio Romano entre Oriente y Occidente, el cisma religioso entre
ortodoxos y católicos, el yugo turco —que en Grecia no legó como la
civilización musulmana en España ni giraldas ni alhambras— y la
Guerra Civil (1946-1949) configuraron la ambivalencia de la visión griega de
Occidente, entre la admiración y el desprecio, entre el deseo y el
resentimiento. Nunca se expresó de forma más patente esta ambivalencia como en
los debates sobre la entrada de Grecia en la Unión Europea a comienzos de los
años ochenta. El conservador y padre de la transición democrática griega,
Kostas Karamanlis, clamó: “¡Grecia pertenece a Europa!”. A lo que el
carismático líder socialista, Andreas Papandreu, respondió: “¡Grecia pertenece
a los griegos!”. La falsa disyuntiva de ese debate pasó —Grecia entró en la UE
en 1981 tras una negociación exprés en la que tampoco entonces se miraron mucho
los números—, pero la reticencia hacia Occidente, ahora Bruselas, permaneció
transformada en una relación más por interés (ayudas) que por convicción
(reglas) en buena parte de la opinión pública griega.
Ahora
Alexis Tsipras, con la gasolina de una política de austeridad europea que ha
hecho estragos en la sociedad griega y la manipulación de las emociones
nacionales, ha reabierto ese debate convocando un referéndum, este sí,
bizantino, en el sentido peyorativo del término, basado en una pregunta
inexistente. Pide el no —una palabra con prestigio, cada 28 de octubre
se celebra el Día del No en recuerdo de la fecha en la que el dictador Metaxas
le negó en 1940 a Mussolini la entrada de tropas italianas en el país— con el
apoyo de la ultraderecha y el voto en contra de conservadores, liberales y
socialistas, las tres familias políticas que construyeron Europa. Tsipras juega
con la historia este domingo. ¿Le absolverá?”
No, me
temo que la historia no absolverá a Tsipras, que acabará des-occidentalizando a
su país, a pesar de los esfuerzos de los Byron y Churchill de este mundo. El
problema de Grecia es que, como contaba espléndidamente Michael Lewis en
‘Boomerang’ (Deusto, 2012) es que su sociedad no está acostumbrada a pagar
impuestos (por ejemplo, dos tercios de los médicos privados no pagan ni un
euro, porque declaran rentas menores a 12.000 €), tiene un IVA del 6% (¿es
legítimo que su turismo compita contra el del resto de Europa, con un IVA del 21%?).
Andrés Boix en su blog lo ha explicado muy bien: al país heleno se le presta a
tipos de interés propios de Centroeuropa, el Estado es visto como una “vaca
lechera” inagotable (por ejemplo, todavía no se sabe cuántos funcionarios
públicos hay en el país), las cuentas nacionales se retocan (en 2009, una
desviación del 400%), el salario mínimo es un 50% superior al de España (el
sueldo medio de los funcionarios es de 65.000 €), las infraestructuras son una
ruina (los ferrocarriles, por ejemplo, recaudan 100 M € y cuestan siete veces
esa cantidad). La deuda, cuando escribía Lewis, era de 1’2 B € (250.000 euros
por griego), ¿y ahora?
En Cinco
Días, Paz Álvarez preguntaba a Kandarp Mehta, profesor de negociación del IESE,
sobre la negociación del gobierno de Alexis Tsipras: “Se están cometiendo
numerosos errores”. El primer ministro y su colega Yanis Varufakis han empleado
la amenaza como herramienta solidaria. “Se ha planteado como la negociación de
un impago, pero se ha jugado con el sentimiento de que el capitalismo estaba
contra el pueblo griego, y hemos visto cómo las redes sociales se han
solidarizado con Grecia”. “Se chantajea y se manipula” (Margarita Martí,
Esade). La forma de negociar de Syriza es parecida a la oriental, de lucha, de
cultura del honor. “Ha sido un error gravísimo convertir este asunto en una
competición y no en un tema de colaboración” (Mehta).
Paz nos
regala, a este respecto, 10 consejos para negociar con eficacia:
1. La
vida es negociar. Nos recomienda el libro ‘Cómo no negociar como un bárbaro’,
de TNSC (The Negotiation Skills Company). Puede ser que no negocien como
Aristóteles, sino como Suleimán.
2. Nunca
negociar con un paquete cerrado, sino abrir opciones.
3. El
acuerdo ha de ser equilibrado por ambas partes (win win).
4. Es
prioritario crear un clima de confianza para que la negociación avance.
5.
Preguntar y volver a preguntar.
6. Aprender
a escuchar y prestar atención. “Se negocia con método, con reflexión, con
principios de reciprocidad, trabajando las propuestas del otro y desde la
generosidad de lo que es posible” (Martí).
7. Jamás
conceder algo antes de que alguien lo pida.
8. Los
plazos no deben forzar a nadie a tomar una mala decisión.
9. Tres
P fundamentales: preparación, práctica y prestar atención.
10. Una
vez alcanzado el acuerdo, hay que saber finalizarlo apropiadamente.
Siempre
nos quedará la Grecia clásica, inventora de la democracia. Mario Gas presenta
en el Festival de Mérida esta semana ‘Sócrates. Juicio y muerte de un
ciudadano’, con José María Pou. Será del 8 al 12 de julio. Si no puedo verlo en
Extremadura, la Toscana de España, trataré de hacerlo en el Teatro Romea de
Barcelona del 16 de julio al 2 de agosto. El juicio a un ciudadano víctima de
la democracia. “Un hombre que ha dedicado su vida a la filosofía debe mostrarse
animoso ante la muerte”, dice Sócrates en la función. Ya sabes que yo soy más
de Aristóteles, para mí el mejor coach de todos los tiempos, que ayudó desde su
sabiduría a que un chaval de Macedonia, Alejandro, conquistara el 90% de la
tierra conocida. Un entrenador práctico, que no se dejó convertir en mártir.
Mi gratitud
a Paz, a Luis, a Michael (a Roger, que editó el libro en castellano), a Mario y
José María, a Margarita y a Kandarp.