16 de julio, Día del Carmen,
patrona de los marineros. Mi felicitación a todas las Cármenes y mi recuerdo a
mi abuela Cubeiro, Carmen, que era una gran persona.
El domingo pasado, en El
País Semanal, el artículo de portada se titulaba ‘¿Somos cada vez más listos?’.
En cada década, un aumento de tres puntos en el cociente intelectual. Luis
Miguel Ariza analizaba las puntuaciones de varias generaciones en los tests de
inteligencia.
El periodista comentaba el
caso de Julia Montejo (Pamplona, 1972), novelista, guionista y directora de
cine y televisión. Para ella, la inteligencia es “una herramienta para
descubrir el mundo, para adaptarnos, para buscar felicidad”. Un recurso, en
suma, que proporciona curiosidad por aprender, vital para salir airoso de
apuros que pueden arruinar una oportunidad profesional importante en minutos.
comentarios,
añadiendo la experiencia de cada entrevista a la siguiente. “Es preciso extraer
la esencia de lo que vendes y envolverlo de forma atractiva”. En el avión se le
había ocurrido una comedia acerca de María, una joven que se ve obligada a
subastar su virginidad. Al finalizar esa semana crítica, el interés se
convirtió en rumor y le ofrecieron un contrato para escribir el guion. En
Hollywood es difícil predecir el final de cualquier proyecto. La productora se
arruinó y no pudo ratificar el contrato, pero Julia logró vender la opción a
otra productora. Ahora, como ha sucedido con muchas historias que luego se
convertirían en éxitos, el guion espera su momento dentro de un cajón. Julia
logró algo nada fácil, llegar a ser una guionista española con representación
en un mundo creativo y cruelmente competitivo.
Cristina
Acedo, directora del gabinete de psicología EnPositivo, decidió someter a Julia a una prueba, el test de
inteligencia breve de Reynolds (RIST, en inglés), para comprobar el nivel de la
inteligencia fluida –la capacidad para razonar en abstracto, relacionada con la
adaptación y la agilidad para manejar una situación nueva– y el de inteligencia
cristalizada –relacionada con la experiencia adquirida, la comprensión del
lenguaje y la orientación espacial–.La capacidad intelectual de Julia (su
cociente intelectual o CI) es de 129 (en la escala del RIST, un valor superior
a 130 es “considerablemente por encima del promedio”, que oscila entre 90 y
109).
Julia
insiste en que esa habilidad emocional la heredó de su madre, Julia Rodríguez
Romero (Santa Olalla del Cala, Huelva, 1947).
¿Qué
mide esta prueba? “Inteligencia abstracta, la que usamos para resolver un
problema en el que el conocimiento previo es poco útil, y no necesitamos acudir
a una base de datos”, Roberto Colom (UAM).
El
efecto traspasa fronteras. Los argentinos urbanos han ganado 22 puntos entre
1964 y 1998; los niños de ciudades brasileñas, de Estonia y de España han
crecido al mismo ritmo que los estadounidenses, y los surcoreanos, incluso el
doble; Kenia, Turquía, Arabia Saudí y Sudán han experimentado una “explosión de
inteligencia”, señala Flynn en su obra ‘Are We Getting Smarter’. Robin Morris,
del King’s College de Londres, y su equipo publicaron en la revista
Intelligence, un análisis de 405 pruebas de Raven hechas por 202.468 personas
de 48 países y a lo largo de 64 años. Ratifica el efecto Flynn “en cada grupo
de edad”, escriben los autores: un aumento de 20 puntos CI desde 1950 de media
en el mundo y en otras pruebas, mejores cuanto más recientes. El efecto es más
intenso en China e India. Ahora “es mayor en países con menores ingresos. Me
resisto a llamarlos en desarrollo”, Morris.
A sus 68
años, la puntuación CI de Rodríguez Romero, según el RIST, fue de 105, lo que
encaja dentro del promedio general. La diferencia con Julia hija es de 24
puntos, y en el tiempo, ambas separadas casi lo mismo, un cuarto de siglo.
“Julia Rodríguez Romero es una persona muy empática y estaba preocupada por dar
su máximo en la prueba, algo que hizo sin ninguna duda, aunque también le
preocupaba que los resultados fueran favorables para su hija”, indica la
psicóloga Cristina Acedo, que realizó las pruebas de selección de los
candidatos para este reportaje.
Piense
en la inteligencia como el músculo del cerebro hecho de muchas partes.
Dependiendo de nuestra rutina gimnástica, el día a día mental, desarrollaremos
más un tipo de inteligencia que otro. ¿Cuáles fueron las exigencias del mundo
de hace 50 o 100 años y cómo modelaron la inteligencia humana de los que nos
precedieron? Flynn señala las entrevistas que el neuropsicólogo ruso Alexander
Luria hizo a los campesinos rusos en la década de los años veinte del siglo
pasado, con preguntas del tipo: ¿qué tienen en común los cuervos y los peces?
“Absolutamente nada”, respondían. “Un cuervo vuela, el pez nada. Puedes comer
peces, pero no cuervos. Un cuervo puede pescar un pez, pero no al contrario”.
“¿Pero no son ambos animales?”. “No”.
Flynn
habla de un mundo mental atado a lo concreto. “Hace 100 años, la gente aceptaba
lo que le decían sus padres. Si estos consideraban que los negros eran
inferiores, no se cuestionaba. Si por el honor de una familia había que matar
al violador de una hija, se aceptaba. Pero hoy somos muy diferentes. Siempre
ponemos a prueba nuestros principios morales universales”, narra este profesor
de estudios políticos. “Cuando estudiaba en la Universidad de Chicago y regresaba a casa, mis padres tenían prejuicios raciales, habían
sido educados así. Solíamos preguntar a nuestro padre lo que sucedería si al
día siguiente se despertara y descubriera que su piel era negra. ¿Merecía ser
perseguido por eso? Y respondía: ‘¡Es la cosa más tonta que jamás has dicho! ¿A
quién conoces que se haya despertado por la mañana y descubra que es negro?’.
Él no se tomaba en serio las cuestiones hipotéticas”
El
escritor científico Steven Johnson asegura que la cultura popular, en vez de
hacernos más estúpidos, nos hace más inteligentes. El mundo ha cambiado también
en la pantalla catódica. Sugiere que analicemos los guiones de las series de
televisión de los años setenta como Starsky y Hutch. Las tramas eran simples y apenas requerían
concentración del espectador. La serie policiaca Canción triste de Hill Street en 1981 introdujo múltiples caracteres, cada
uno con su propia historia. En 24 hay un capítulo en el que intervienen 21
personajes, cada uno con una historia distinta, afirma Flynn. Los espectadores
quieren satisfacer su necesidad de series ricas, complejas y con personajes de
claroscuros, y existe una dirección en doble sentido. Sí, la televisión ha
cambiado porque nosotros también estamos cambiando.
“Definitivamente,
y por término medio, los niños suelen tener un CI más alto que sus padres, ya
que las ganancias han sido muy rápidas”, Michael Mingroni, Universidad de
Delaware.
Eduardo,
el hijo de Julia, se ha matriculado de segundo curso de violín en el
conservatorio (CI de 132 según el RIST, 3 puntos más que Julia, 27 más que su
abuela). Su hermana, Cecilia, ha comenzado piano hace unos meses, ya empieza a
leer música y a tocar pequeñas piezas. La pequeña igualó el CI de su madre de
forma notable. Con siete años recién cumplidos, está rozando la frontera del
sector de la población cuya capacidad intelectual está bastante por encima de
la media. Es una niña abierta, espontánea, muy empática.
Diez
puntos o más entre una abuela de 70 años (CI 106) –una generación más ilustrada
y con mayor bagaje de lectura– y su hija de 45 (CI 114), y entre 5 y 10 puntos
con respecto a los pequeños de entre 7 y 10 años (CI de 121 y 131).
Pero el
desarrollo de una faceta de la inteligencia humana tiene también su
contrapartida. Corremos el peligro de aislarnos del mundo, sin saber nada de
él, entre un mar de símbolos y analogías. “Si uno no lee de forma amplia y
variada, te transformas en un ciudadano del medievo, solo vives en la burbuja
del presente y no sabes nada del mundo moderno y de su historia”.
El artículo
en cuestión nos habla de inteligencia, si bien el talento –recordando a José
Antonio Marina- es inteligencia triunfante, es convertir conocimientos en
comportamientos. La aptitud, especialmente la inteligencia lógico-matemática y
lingüística, está ligada al cociente de inteligencia. La actitud se observa en
comportamientos y es básicamente inteligencia emocional. Ambas. aptitud y
actitud, configuran la Capacidad, que multiplica por el Compromiso (la energía
que le ponemos al proyecto profesional y vital) y conecta con el Contexto
(encaje cultural).
Tal vez
seamos cada vez más inteligentes (en términos de CI), pero no necesariamente
más talentosos. La actitud y el compromiso tal vez no estén mejorando. Es un
asunto de Educación y de Liderazgo.