El poder de la sonrisa y los mosntruos que nos llaman


Jornada de descanso, tras el ajetreo de los días anteriores y con la perspectiva de la próxima semana, entre Madrid y Barcelona-Valencia, con la fiesta de la Hispanidad dividiéndola por la mitad.
Ayer fue, como sabes, el Día Internacional de la Sonrisa. Se trata de cada primer viernes de diciembre. La idea surgió de Harvey Ball (creador de la archiconocida “Smiley Face”, la cara sonriente en amarillo) y se celebra desde 1999. Harvey murió dos años después, si bien su Fundación mantuvo la idea. El Día Internacional de la Sonrisa sirve, además de para concienciarnos sobre la necesidad y la importancia de la misma, para recaudar fondos para buenas obras.
Como sabes, la palabra “sonrisa” proviene del latín “risus”, participio del verbo “ridere” (y de ahí “reír” y “ridículo”) y del prefijo “son”, abajo (sonsacar, sonrojar). Los romanos pensaban que la sonrisa era una “risa disminuida” (no es así en absoluto). Para Platón y Aristóteles (que como coach alabó ampliamente el poder de la risa y de la sonrisa), reímos cuando sabemos que estamos haciendo “algo malo” (algo que se salta las normas) pero que no daña a los demás. Por eso nos devuelven a la infancia por un instante. Kant y Schopenhauer añadieron el elemento sorpresa (algo que no esperábamos). La sonrisa es un gesto espontáneo de agradecimiento; es el medio más directo de reconocer el valor y la grandeza (namasté) de las personas a quienes sonríes. A diferencia de ciertas risas, la sonrisa, en lugar de separar, une, vincula.
La sonrisa, facultad exclusiva de los seres humanos (otros primates no son conscientes de que sonríen), es una reacción natural a un estímulo (con frecuencia, mirar a otra persona). Hay pocas más atractivas que una sonrisa especial, luminosa, evocadora. Hay personas, hay marcas, hay empresas a las que te imaginas sonriendo, transmitiendo, compartiendo, contagiando su felicidad y alegría… y con ellas quieres estar. Hay gente que te muestra su sonrisa por teléfono, aunque no la veas.
Cuando sonreímos, ponemos en marcha la gran mayoría de los 44 músculos de nuestra cara.   Al sonreír, nuestro cuerpo segrega endorfinas, que nos hacen sentirnos más felices y menos estresados, y serotoninas, vitales para nuestro buen estado de ánimo.
Según un estudio realizado recientemente en España, el 91% de los encuestados considera que una persona sonriente es un modelo a imitar. Para el 62%, la sonrisa juega un papel clave en el entorno laboral y el 61% cree que la sonrisa es una poderosa arma de seducción (se ve que cuatro de cada diez no se han enterado). La sonrisa posee un innegable “efecto imán” para atraer más la atención. En Employer Branding, se suele recomendar a las empresas que le pongan “cara y ojos” a su Marca (la cara y los ojos de su CEO)… y no digamos si a esta persona te la imaginas sonriendo à la Clooney o Julia Roberts, à la Belén Rueda o Paco León. ¿Por qué ‘la Gioconda’ es el cuadro más famoso de la historia? Evidentemente, por su sonrisa (la de una mujer en estado). Gracias, Leonardo (Da Vinci, no di Caprio).
Si bien Dinamarca es considerado el país más feliz del mundo (como he comentado el pasado verano en este blog, por su saludable combinación de progreso y vida comunitaria), los latinos en general y los españoles en particular, nos encontramos entre los que más y mejor sonríen.
Interludio musical. De todas las versiones de ‘Smile’ (la preciosa canción compuesta por Charles Chaplin para ‘Tiempos Modernos’), te propongo la de Michael Buble en vivo: www.youtube.com/watch?v=bfN2BHR0_pA “You'll find that life is still worthwhile/ if you just smile”.

El poder de la sonrisa es el poder de la mirada. Me gustan las miradas limpias, penetrantes, brillantes, inteligentes, poderosas. Y trato a evitar a aquellos con ojos de “cordero degollado”, con poco talento, que te miran fascinados, que absorben más que aportan, que alimentan tu ego pero no tu alma. La vida es demasiado corta para dedicársela a ellos y no a quienes merecen “la alegría”.
En definitiva, sonreír te hace más feliz (las hormonas positivas te hacen sonreír y sonreír genera endorfina y serotonina; sonreír es tan estimulante o más que comer chocolate), hace más felices a los demás, te hace atractiv@, te desestresa, te hace más empleable, eleva tu rendimiento y te hace sentir fenomenal. Los niños suelen sonreír unas 400-500 veces al día; los adultos felices, 40-50; la gente “normal” (el 80% paretiano), ni llega a 20. En estudios con álbumes del Instituto (Berkeley) o cromos de jugadores de béisbol, aquellas personas que mejor sonreían llegaban a vivir siete años más (ya sabes que l@s optimistas viven 12 años más que l@s pesimistas) y por supuesto tenían una vida más sana y mejor.
Un gran regalo que podemos hacer a nuestros hijos, a las personas que amamos, es ayudarles a que sonrían más, de forma natural. Como dirían los famosos pingüinos de Madagascar, “Just smile and wave” (Sonreíd y Saludad).
Sonrisas y lágrimas. Ayer me di el gustazo de ver ‘Un monstruo viene a verme’, obra maestra de Jota Bayona. Basada en la novela ‘A monster calls’, escrita por Patrick Ness (el guión también es suyo) sobre una idea original de. Es la historia de un niño de 12 años, Connor, que se enfrenta al cáncer de su madre y al acoso escolar, por lo que en sus pesadillas (siempre a la misma hora) se le aparece un monstruo (un árbol gigantesco, un tejo) que le cuenta tres historias y le pide que acabe con una cuarta, la del propio chico, demasiado mayor para ser un niño y demasiado joven para ser un adulto.
Además de la relación materno-filial (en la que Bayona es un maestro) y del chico con su abuela (sabia, estricta cuando debe, serena en los momentos importantes), me ha interesado la cinta como reflexión sobre el umbral de la consciencia, tan desconocido, que separa lo que Marina llama “los dos pisos de la inteligencia”: la generadora y la ejecutiva (que toma decisiones). Como vemos en ‘Un monstruo’, la ira no suele ser buena consejera, sin embargo la aceptación de lo que no nos gusta lleva su tiempo. Algo que debemos enseñar a los (pre)adolescentes… y a nosotros mismos.
Una recomendación final. Si vas a ver la película, que te animo encarecidamente a hacerlo, quédate hasta los títulos de crédito en su totalidad, porque la música de Fernando Velázquez (www.youtube.com/watch?v=oAvItF_BBAw) lo merece, y mucho.