Desde
hoy y hasta el viernes estoy en Pamplona con un comité de dirección. Vuelo a
las 9 de la mañana a Navarra, reunión todo el día, paseo por la plaza del
Castillo y la calle Estafeta recordando los encierros de San Fermín y cena
entre amigos.
Hoy
Zoe ha presentado en su clase un alegato por la paz siguiendo el modelo de
Naciones Unidas. Ha recordado la situación de los refugiados en la Europa del
Este, sufriendo muy bajas temperaturas (-20º) y haciendo largas colas por un
plato de sopa, una dramática situación fruto del conflicto bélico, ha definido
la paz como convivencia más allá de la guerra, ha recordado la labor de NN UU
(Foro Mundial de la Juventud, Declaración de Amman, etc) y ha propuesto
invertir en educación para que el amor venza al odio, a los extremismos, al
terrorismo. Ha cerrado su discurso citando a Gandhi: “No hay caminos para la
paz; la paz es el camino”. Me siento muy orgulloso de mi hija, sus ideas y su
capacidad de comunicación.
Timothy
Garton Ash publicaba también el día d ehoy ‘2017: Una pelea justa por la
verdad’.
El
catedrático de Oxford partía de la situación actual: “En la era de internet, no
hay nada que viaje más deprisa que un tópico lanzado en el momento oportuno.
Hoy, ningún discurso está completo si no incluye una referencia a que vivimos
en la época de la posverdad. Como si, hasta ayer, hubieran fluido sin cesar de
los labios de políticos y periodistas las aguas puras de la verdad. Para no
hablar de Joseph Goebbels, Josef Stalin y las grandes mentiras totalitarias
diseccionadas por Alexander Solzhenitsyn y George Orwell”. Garton Ash prefiere
el adjetivo (que considera más modesto) de “postfactual”. “De hecho, en
Alemania acaban de elegir postfaktisch como la palabra del año. El
aspecto fundamental de la amenaza postfactual contra la democracia es que da la
impresión de que unas afirmaciones completamente falsas (el Papa apoya a Donald
Trump para que sea presidente, Barack Obama no nació en Estados Unidos),
envueltas en relatos conmovedores y constantemente amplificadas en las cámaras
de resonancia en la red, son capaces de influir en una parte importante del
electorado. El relato emocional se impone al frío dato, el sentimiento, a la
razón. Incluso después de que Obama hiciera público su certificado de
nacimiento, el candidato Trump siguió declarando: “Mucha gente tiene la
sensación de que no es un certificado como es debido” (cursiva mía). El
concepto de truthiness, la “verdad alternativa”, inventado con fines
satíricos por Stephen Colbert, ha quedado sobrepasado por Trump”.
Sin
embargo, hay esperanza. “No debemos caer en la desesperación. Si Orwell y
Solzhenitsyn no se rindieron ante Goebbels y Stalin, sería patético que
nosotros nos rindiéramos ahora. Existen muchas formas posibles de luchar contra
la amenaza postfactual, de convertir 2017 en el año anti-postfactual”. TGA pone
un ejemplo propio: “Hace poco, retuiteé un par de fotografías que presuntamente
mostraban la Cámara de los Comunes abarrotada para un debate sobre el sueldo de
los parlamentarios y casi vacía para otro sobre el horror humanitario de Alepo.
En cuestión de minutos, me contestaron varias personas para decirme que era una
falsedad escandalosa, y publiqué la corrección en @fromTGA. La destreza necesaria
para utilizar internet, que facilita la posibilidad de contrastar rápida y
eficazmente las afirmaciones, debería entrar a formar parte de todos los
programas escolares. Y las universidades pueden esforzarse más para que los
análisis rigurosos y basados en datos tengan más difusión”.
El
papel de la prensa: “Parte del problema es la desaparición del modelo de
negocio de la mayoría de todos los periódicos. Varias grandes cabeceras
periodísticas como The New York Times, Der Spiegel y The
Financial Times han mantenido su credibilidad en internet, y otros sitios
nuevos de selección y difusión de contenidos la han adquirido de inmediato. Los
países que cuentan con servicios audiovisuales públicos como la BBC deben
preservarlos. Las empresas tecnológicas pueden y deben buscar, identificar y
filtrar las noticias claramente falsas, publicadas en masa por máquinas
dirigidas desde la Rusia de Putin o de sitios dedicados al spam (las
granjas de memes) que lo hacen sólo para obtener más ingresos publicitarios”.
De un
lado, “los ciudadanos tienen más fácil que nunca verificar los hechos en casi
todos los campos. El verdadero reto para el oficio periodístico es transmitir
esos hechos a quienes han caído presa de los relatos emocionales y populistas y
que, tal vez, ni siquiera están especialmente interesados en aprender la
aburrida verdad. Cualquiera que descubra cómo presentar la realidad de forma
accesible e interesante, en periódicos sensacionalistas o en Facebook y
YouTube, merecerá un Premio Orwell”. De otro, “debemos tener claras las
responsabilidades públicas de lo que denomino las superpotencias privadas,
Google, Facebook y Twitter, consideradas por muchos espacios públicos de
propiedad privada, pero que no se limitan a ser el asfalto de nuestra plaza
pública global. El algoritmo que actualiza las noticias en Facebook decide qué
informaciones van a ver cientos de millones de personas cada día. Es decir, tiene
un poder extraordinario. Las investigaciones realizadas por Filippo Menczer, de
la Universidad de Indiana, indican que las noticias falsas tienen tantas
probabilidades de hacerse virales como las verídicas, de modo que, si el
principal criterio del algoritmo es “lo que les gustaría a tus amigos”,
entonces no es una herramienta útil para combatir las mentiras”.
Los
gigantes de internet, hasta ahora reacios a asumir la responsabilidad, están
empezando a cambiar. “Cuando 2016 llegaba a su tembloroso fin, Zuckerberg
escribió en Facebook que “somos un nuevo tipo de plataforma para el discurso
público, y eso significa que tenemos un nuevo tipo de responsabilidad, la de
construir un espacio en el que la gente pueda informarse”. Ahora, los usuarios
pueden denunciar una noticia que consideren falsa, y, si un organismo de
verificación de datos está de acuerdo, se la etiquetará como problemática.
Además, Facebook intentará impedir que las noticias falsas se aprovechen para
obtener ingresos publicitarios. Como colofón, Zuckerberg añadió unos vagos
compromisos de modificar el sagrado algoritmo para descartar las noticias falsas”.
Timothy
Garton Ash concluía: “Aleccionados por decenios de mentiras totalitarias, manipulaciones
políticas y, ahora, el desafío de la posverdad, seguramente no podemos seguir
compartiendo la maravillosa seguridad de John Milton, que, a propósito de la
Verdad con mayúscula, escribió: “Que peleen ella y la Mentira; quién ha visto
jamás que la Verdad salga mal parada en un combate justo y limpio”. Pero sí
podemos seguir esforzándonos para que esa pelea efectivamente sea justa y sea
limpia”.
Hemos
de luchar enconadamente por la paz, por la verdad y por la justicia. Es lo que
nos hace humanos. Mi gratitud a Zoe, a TGA y a tod@s l@s que lo hacen día a día.